1. Detenida


    Fecha: 07/10/2017, Categorías: Confesiones Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... primera opción.
    
    Joder. Cómo impone el tío este. ¿No piensa quitarse el casco? ¿Estos que van en moto no van siempre de dos en dos? Bueno, mejor así. Con dos sería mucho peor. Qué nerviosa me estaba poniendo. Bueno, a ver por dónde sale...
    
    Buenas noches.
    
    Buenas noches.
    
    Permítame la documentación del vehículo y su carnet de conducir, por favor.
    
    Documentación... Si, claro. Un momento.
    
    Mientras sacaba una carpeta de la guantera y le daba las gracias a mi sentido del orden, reparé en que su voz debía estar distorsionada por el casco y sonaba algo mas grave y hueca de lo que en realidad debiera ser. Los polis estos, hay que fastidiarse... qué oportunos. Anda que no habrá delincuencia en Madrid como para tener que pararme a mí por una distracción. Seguro que no se quita el casco porque sabe que así impone más. Será chulito... Chulito y maleducado, porque menuda falta de respeto. Que bien, aquí está todo. Anda que si después de todo es esto lo que quiere... Ojala.
    
    Aquí tiene, y le presté tres documentos.
    
    Mmmm...Guantes de piel. Mientras examinaba los papeles que acababa de largarle, me miraba para reconocerme en la foto, y se separaba de la ventanilla para comprobar la matrícula, me dio tiempo de jactarme de detalles sobre la indumentaria policial. El tío no se quitaba el casco ni de coña, así que me centré en su estampa de cuello para abajo. Siempre me han dado mucho morbo los uniformes. Además, al tipo este le sentaba extraordinariamente bien. Aparentaba ...
    ... tener unas piernas bien firmes y moldeadas debajo de ese pantalón estrechito. Y esas botas... Ya se podía dar la vuelta. Seguro que tiene el culo tan bien puesto como las piernas. Eso de que lleven pistola lo llevo peor. Pensar que van todo el día cargando con un arma. Claro, por eso me gustan mas los bomberos, será por eso...
    
    Cuando volví a elevar la vista hasta su casco pude observar al otro lado de su visera levantada unos ojos jóvenes, oscuros y fruncidos que apuntaban directamente a mis pechos. Me sentí tremendamente intimidada. ¿Será posible? ¿Qué mira el tío este? En un acto reflejo, carraspeando la garganta para sacarle de su distracción, le pregunté esperanzada en una respuesta afirmativa, si eso era todo. Mejor no decirle que tenía prisa, no fuera a ser que le molestara.
    
    Aquí tiene, dijo devolviéndome la documentación; y como quien cambia de tema dijo mientras sacaba un bolígrafo y una libreta: Se ha saltado usted un semáforo; tengo que sancionarla, señorita.
    
    ¿Señorita? No le pega nada lo de señorita. Si tiene pinta de duro... ¿Qué diablos miraba tan atentamente? Presa de la curiosidad que había despertado con su mirada, bajé el parasol para mirarme en el pequeño espejo que hay en su dorso y salí de dudas en cuanto llegué más abajo del cuello. Cerré el parasol y me miré en directo para apreciarme mejor. Mi pelo había escurrido sobre mi camiseta clara, que ahora estaba bastante mojada y se había convertido en un velo transparente que mostraba buena parte del ...
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