Detenida
Fecha: 07/10/2017,
Categorías:
Confesiones
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... hemisferio norte de mis pechos sin el más mínimo recato mientras la chaqueta de mi chándal permaneciese abierta. Estoy segura de que me ruboricé hasta alcanzar un tono de colorete exagerado en mis mejillas; ese tono que se consigue cuando te maquillas con poca luz, que todo el colorete te parece poco hasta que sales a la calle. O ese otro tono de las mañanas de resaca, ese que utilizas con brocha ancha para paliar los efectos de no haber dormido. Seguro que se está partiendo de risa detrás de ese estúpido casco, y más ahora que se ha dado cuenta de que sé que me miraba descaradamente, y yo sin enterarme.
El poli seguía a lo suyo. Cuando me quise dar cuenta había rellenado un impreso con mis datos y esperaba que yo lo firmase. Qué profesional. Me ofreció su bolígrafo mientras me indicaba con un dedo envuelto en cuero donde debía firmar. ¡Ja! Que te lo has creído... ¡Para chulita yo!
Si no le importa, me gustaría leer los detalles antes de firmar.
Asintió con la cabeza y se dispuso a esperar impacientemente apoyándose con una mano en el marco superior de la ventanilla.
¡Para leer estaba yo! Pero como fórmula para ganar tiempo funcionaba bien. Estaba segura de que el macizo seguía mirando mi busto con total frescura, ahora desde mejor posición. Evalué la situación tan rápido como pude mientras disimulaba estar concentrada en la lectura de la letra pequeña. Si ahora cerraba la chaqueta de mi chándal ganaba él; eso sería admitir claramente que me había dado cuenta y me ...
... había intimidado: un punto para su ego de tipo duro. Si optaba por retarle a mantener su insolente mirada, la partida continuaría hasta que la retirara, en cuyo caso ganaba yo. Juguemos... Hagan apuestas. Volví la cabeza en un movimiento rápido que me garantizara volver a pillarle con sus ojos clavados en mi camiseta mojada. Efectivamente. Sólo que ahora, en lugar de disimular, me miraba alternativamente a los ojos y a las tetas. Era él quien me estaba retando.
Esto me sacó de mis casillas. Me pareció una provocación tan directa y tan difícil de manejar, que mi mirada no supo en que punto concentrarse y estuvo unos segundos dibujando trazos inacabados alrededor de una complexión amplia, atractiva y tremendamente sugerente. El caso es que me sentía alabada y avergonzada a la vez. No sabía muy bien si el tipo este se estaba haciendo el gracioso o estaba abusando del uso de su uniforme consciente de que le escudaba de cualquier queja por mi parte. Además, me quedaba una pequeña duda sobre su actitud. Al fin y al cabo el tipo no había hecho comentarios obscenos ni había intentado sobrepasarse; se limitaba a mirar. No era culpa suya si un descuido por mi parte atraía toda su atención.
Agente, lo siento, no voy a firmar la sanción que quiere interponerme, le dije mirándole a los ojos dentro del casco.
Aún no sé de dónde salió aquel formalismo tan oportuno, pero lógicamente sonó a reto a la autoridad, que era exactamente lo que debió pretender mi subconsciente, y lo que mi ...