1. EL TORMENTO Y EL EXTASIS (2)


    Fecha: 04/08/2020, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: SexoSinTabues

    ... volvería a ser cariñoso con ella… Y es que ella necesitaba el cariño de su hermano más que el aire para respirar, luego si como hermano ese cariño no lo tenía, al menos como hombre enamorado de ella sí lo tendría… Así, llegó la tarde-noche de un domingo y, como solía hacer, a eso de las nueve de la noche puso el pijama a sus dos hijos y los acostó. Luego fue al salón a esperar que Juanjo llegara. Encendió la televisión y un cigarrillo, pues lo cierto es que estaba más nerviosa que en toda su vida lo hubiera estado… En la cocina, en el compartimento calienta platos del horno, mantenía caliente la cena que esa noche elaborara para él… Quiso esmerarse en ello para que Juanjo se sintiera a gusto… Ella ya había cenado antes, con los niños, por lo que la cena aquella un tanto especial era sólo para él, para Juanjo. Cuando estaban juntos casi siempre era para discutir, casi pelear y esa noche eso era lo último que quería pasara. Por fin Juanjo llegó. Como siempre la saludó con un simple “Hola” y fue a sentarse a la mesa de la cocina. Ella le sacó la cena, se la puso en la mesa y se fue con un • Hasta luego Juanjo Que su hermano respondió más con gruñidos que con palabras. Laura salió de la cocina, atravesó el salón y por el pasillo llegó a su cuarto. Se desvistió desprendiéndose de sujetador y braguitas, éstas mucho más tanga que braguita que de nuevo usaba desde casi una semana antes, se puso el camisón que para esa noche comprara, en finísima similseda, o seda falsa, que al ...
    ... simple tacto palpaba la piel desnuda, de inexistentes hombros sustituidos por dos cintas que, desde el punto donde ambos senos se extinguirían al tener puesta la prenda, ascendían hasta el cuello, donde se anudaban. Con un escote que a la imaginación dejaba menos que poco y un bajo que no alcanzaba a cubrir del todo ni la braguita-tanga, aquel camisón era la perdición del más casto varón. Se miró al espejo aprovechando la tenue luz de la lamparita de noche y la imagen que el espejo la devolvió le agradó; se gustó a sí misma y, satisfecha, se fue a la cama y se acostó junto a su hija, estrechándola contra su pecho y besándola tiernamente en la frente. Casi anhelante dejó que el tiempo fuera pasando con una lentitud agobiante, desesperante… Se llevó la mano a ese lugar del ser femenino que es la gruta de los Mil y Un Placeres, acariciándolo, refregándolo de arriba abajo, de abajo arriba. Deseó allí dentro lo que en breve estaba segura obtendría de Juanjo, de su hermano; ya lo iba a sustituir con dos, hasta tres dedos pero se contuvo. No, aquello sería restar placer a las horas de amor que aquella prometía… Al fin escuchó los pasos de su hermano por el pasillo y cómo abría su habitación quedamente, para al momento volverla a cerrar. Dejó pasar más tiempo, casi otra hora más y con infinito sigilo se levantó dirigiéndose a la habitación donde Juanjo y su hijo dormían. Allí aplicó el oído atento a la puerta que le respondió con un casi omnímodo silencio. Entreabrió la puerta y a sus ...
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