1. EL TORMENTO Y EL EXTASIS (2)


    Fecha: 04/08/2020, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: SexoSinTabues

    ... masculino. Al tiempo, la mano del brazo libre de Juanjo acariciaba cabello y rostro femenino mientras los labios del hombre besaban frente, ojos, mejillas, cuello de su hermana, sin tampoco olvidar los labios de la mejer. Besos y caricias entre ambos hermanos que mucho más tenían de fraternales, de besos y caricias entre hermanos que se quieren, que de besos y caricias entre hombre y mujer cargados de pasión. Al fin el silencio lo rompió él, Juanjo • No cariño mío. Nada es necesario… • ¿Qué no es necesario? Juanjo exhaló un hondo suspiro mientras reafirmaba el abrazo en torno a su hermana • Que te entregues a mí. No acepto que por mí te sacrifiques; no quiero tu sacrificio… Volveremos a ser como antes, como cuando vinisteis aquí los tres, tus hijos y tú hermanita • ¡No Juanjo! ¡No me malinterpretes! Mira hermanito, francamente: No sé si te quiero como tú dices quererme, como una mujer quiere a un hombre… Ni quiero saberlo… Pero sí sé que la otra noche, aquél sábado que me llevaste a bailar, te deseaba… Te deseé de verdad Juanjo… Y ahora te deseo… Te deseo Juanjo, te lo juro… Tanto o más que aquella noche Laura lanzó hacia atrás la sábana que cubría ambos cuerpos hasta que los dos quedaron a la vista de uno y otro • Mírame Juanjo, hermanito… Mírame cariño… Mira mi cuerpo desnudo… ¿Te gusta? ¿Es como lo soñabas?. O… ¿Te defrauda?. Laura miraba anhelante a Juanjo que la miraba a ella, ese su cuerpo propio de estatua de diosa griega que Praxíteles, Mirón, Fidias, Policleto o ...
    ... Escopas modelaran. Esos ojos fijos en ella, embobados en ella, respondieron mejor que mil palabras que Juanjo hubiera dicho • Es tuyo Juanjo… Este cuerpo es tuyo… Te lo entrego amorosa… Acarícialo cielo mío… Sáciate de él y sáciame a mí con tus caricias, con tus besos… Con tu “falo” hermanito querido… Ámame Juanjo; tómame como a mujer, tu mujer, que eso seré mientras así tú lo quieras… Para siempre, hasta el finde nuestras vidas, si así te acomoda Laura tomó las manos de su hermano y las llevó a sus senos que en el acto abarcaron por entero una mano uno, la otra el parejo. Desde entonces las manos masculinas acariciaron aquellas dos redondas vasijas de delicioso arrope y miel. Al tiempo los labios, las bocas de ambos hermanos se fundían en una sola boca, unos solos labios, una sola lengua mientras los brazos de ella se ceñían en prieto dogal al cuello de él. Aquél beso, aquellos besos, eran caricias suaves, amorosas, tiernas, sin asomo alguno de lujuriosa violencia. No eran los tórridos besos de aquél otro sábado de discoteca cuando Laura se desmelenó en eróticos ardores. Eran las caricias que surgen del amor mucho más que del deseo. Aunque tampoco el deseo fuera en absoluto ajeno al transporte amoroso, porque el amor bien entendido implica el deseo, el ansia sexual como cima y esplendor del amor más sincero y profundo: Sin sexo el amor no subsiste pues el sexo es el sostenedor del amor; pero en el amor el sexo es la consecuencia connatural de la relación, no el objeto mismo y ...
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