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Viaje al infierno (1)
Fecha: 01/10/2020, Categorías: Primera Vez Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... Walter MP 40, diciéndole con voz pausada, tranquila, a la par que glacial El capitán de las SS guardó su pistola y se levantó, mascullando maldiciones y amenazas. Se acordarían de él, decía. Daría parte de ellos; de todos ellos, desde el capitán que los mandaba hasta el último hombre de la compañía. Elevaría sus quejas hasta donde fuera necesario, al propio Fürer si hacía falta. Pero se marchó, llevándose con él a sus hombres, que respiraron aliviados cuando la tensión vivida se desvanecía. El grupo de prisioneros rusos estaba bastante desorientado ante el espectáculo que acababan de presenciar, pues de las palabras cruzadas entre aquellos “nemetky” (alemanes), no habían entendido ni jota, pero algo parecía que todos ellos habían comprendido: Que, al menos de momento, conservarían la vida. Günter von Labnitz ni siquiera había mirado a tales personas; simplemente, vio el conjunto y lo que iba a pasar momentos después… Y el pensamiento de que minutos después se derramaría más sangre, sin saber por qué, le sublevó al instante… Se le hizo insoportable que ante él, de nuevo, se volviera a disparar, volviera a morir más gente. Odiaba la guerra; la odiaba como nunca antes odiara nada… Odiaba el derramamiento de sangre, la sangría en que aquello se estaba convirtiendo… Lo que estaba viendo desde que llegara allí, a Stalingrado, no lo había visto nunca antes. Conocía la guerra; llevaba haciéndola desde 1939, en Polonia, en Francia, en el desierto libio… Pero lo que aquí ...
... cada día vivía no se parecía a nada de lo antes vivido. Aquí, en Stalingrado, no habían hombres, sino fieras inhumanas. Y lo que poco ha pasó ante aquellos tanques, esos hombres ardiendo, esas teas, esas antorchas humanas, para él eran la absoluta suma del horror. Sobre todo, el recuerdo, la imagen de aquellos últimos tanquistas retorciéndose entre llamas, muriendo literalmente achicharrados ante sus ojos… Ese permitir, casi impertérrito, tal horror, le torturaba increíblemente… Se sintió cansado, tremendamente cansado… Y sin ánimos… Derrumbado por una tensión nerviosa que le agobiaba. Se volvió hacia su amigo, aquel veterano sargento, Joachin Brunk (Sí amigos, tan simple en nuestra lengua como “Joaquín Puente”. Buscaba un apellido alemán para el personaje y recordé el título de una tremenda película bélica alemana, de los años 50, “Die Brunk”, “El Puente”) para decirle Y echó a andar sin mirar atrás, deseando alejarse de allí; regresar cuanto antes al Bunker de la compañía… Pero entonces sucedió algo que le hizo detenerse y volver la vista atrás. Primero fueron una voz femenina hablando en ruso, a la que ninguna atención prestó. Pero enseguida oyó a esa misma voz decir, esta vez en un alemán que, por conocido, reconoció de quién era esa voz Sí, era aquella mujer rusa, aquella mayor del Ejército Rojo que encontrara en los pasadizos de las alcantarillas. De nuevo la miró; de nuevo la admiró. No cabía duda alguna: Era una mujer extraordinariamente bella, atractiva… Y ...