La Madrastra
Fecha: 21/10/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... eso, no soy gilipollas.
- Si has estado allí habrás oído lo que decía… le he dicho que tenía novio, ¿no lo has oído?
- Lo único que he visto es que estabas, deseando que te follara ahí mismo, como una perra en celo.
Al observar al trasluz de la ventanilla, vi como las lágrimas corrían por el rostro de Carlos, mientras pronunciaba sus palabras llenas de odio y frustración, su corazón se había partido en dos.
Durante unos instantes quedamos en silencio, me sentía culpable y no podía articular palabra, tenía que hacer algo, tenía que hacerle ver que él era lo más importante de mi vida, aunque en el fondo de mi corazón sabía que no era cierto.
- ´Carlos te quiero, tu eres lo más importante para mí y no hay, ni habrá nadie más, puedes creerme o no, pero te juro que esto que te digo es cierto.
No tenía la costumbre de jurar y menos en vano, pero en ese momento me sentía culpable y pensé que una mentira o al menos una verdad a medias, ayudaría a que se sintiera mejor.
Durante unos minutos condujo por la ciudad sin decir nada, permanecimos mudos hasta el momento que el coche se detuvo frente a mi casa, es en ese instante cuando habló de nuevo
- No me dejes por favor, no podría vivir sin ti.
Sus palabras entrecortadas eran una autentica suplica, se podía adivinar el brillo de las lágrimas resbalando por tu mejilla.
Me sentía culpable por todo aquello, necesitaba abrazarlo, en ese momento parecía tan frágil... me acerqué y lo besé muy despacio, sus ...
... lágrimas resbalaban y caían hasta mi boca, Carlos reacciono enseguida y comenzó a acariciarme, en pocos segundos mi cuerpo se convulsionó mientras sufría una transformación, nuestras manos comenzaron buscarnos como si fuéramos dos posesos.
Había logrado ponerme de nuevo cachonda, mi coñito estaba chorreando, mientras nuestros cuerpos se movían torpemente buscándonos en la incomodidad de los dos asientos separados por la palanca de cambios.
. - Vamos a tras…
Estábamos aparcados frente a mi casa, esa noche mi padre había salido a cenar con Esther, no sabía a la hora a la que volverían y por eso no quise decir nada.
Carlos abrió la puerta trasera y entramos en el coche, sus manos se colaban por cada rincón de mi cuerpo, estaba muy cachonda, mi respiración entrecortada se escuchaba ya con fuerza en el pequeño habitáculo trasero, Carlos hizo que me pusiera de rodillas sobre el asiento mientras mis manos caían apoyadas sobre la ventana, subió mi faldita y apartó torpemente el tanga dejándolo a la altura de los muslos, mi coñito estaba chorreando, deseaba que me hiciera suya allí mismo.
Mi culito en pompa lo esperaba y no se hizo de rogar, sentí como entraba en mí y no pude evitar lanzar un gemido de placer cuando su polla se abrió paso resbalando dentro de mi cálida vagina, sus embestidas golpeaban una y otra vez contra mi culo y tuve que apoyar la cara contra el cristal.
Justo en ese momento me sobresalté al ver algo que no esperaba para nada… ahí al otro lado del ...