La Madrastra
Fecha: 21/10/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... oscuro cristal trasero me encontré con la cara del vecino, había salido a sacar la basura y seguramente habría observado el movimiento del coche... los cristales son tintados, y por eso tuvo que pegar su cara al cristal, mi cara se encontró con la suya a escasos centímetros, mientras intentaba ver lo que pasaba dentro del coche.
Carlos seguía empujando ajeno a lo que fuera estaba pasando, cada vez con más fuerza, cada vez más acelerado, mientras, mi gordo vecino mirón, seguía intentado ver lo que sucedía en el interior. No sabía si alcanzaba a ver algo a través de la oscuridad del cristal, no sabía si aquel cerdo estaba viéndome o no, lo único que tenía claro es que no podía parar, a pesar de tener su fea cara frente a la mía, quería que Carlos no dejara de follarme y por esa razón no dije nada.
Sentí como las manos de Carlos se aferraban con fuerza a mí culo, sus caderas comenzaron a moverse aceleradamente haciendo que la frecuencia de sus embestidas se acelerara con rapidez, comenzó a emitir gemidos, de repente se paró y lanzó un par de fuertes embestidas mientras que todo su cuerpo se tensaba, sentí entonces como su leche caliente entraba en mi chochito y me llenaba por dentro y tras unos instantes un fino hilo de cálido y viscoso líquido resbalaba por mis muslos.
Carlos había terminado y se disponía a ponerse la ropa, mi vecino continuaba en el exterior intentando ver algo a través de los cristales. Yo permanecí semidesnuda apoyada contra el cristal, sintiendo ...
... como parte de su semen salía de mí y recorría cálidamente mis muslos internos.
No era la primera vez que Carlos me dejaba “a medias”… a pesar de todo yo continué con la mentira y le dije que había sido fantástico, aunque para mis adentros sabía de sobra que me había dejado mucho peor que cuando llegamos.
Tras unos besos de reconciliación, Carlos arrancó y desapareció, yo subí a mi casa que todavía se encontraba solitaria, no tenía sueño y empecé a pajarear por las habitaciones sin rumbo fijo, entre en mi cuarto porque me apetecía trastear un poco por internet, pero recordé con fastidio que había llevado el ordenador a formatear.
Acto seguido, entré en la habitación de mi padre y vi sobre la mesita de noche del lado donde duerme mi madrastra, el portátil que mi padre había regalado a Esther hacía dos navidades.
Abrí la pantalla con la esperanza de que no tuviera clave de acceso, esperé unos segundos y cuando se terminó de cargarse, pude comprobar que por desgracia la zorra de mi madrastra le había colocado una contraseña de acceso.
Recordaba haber escuchado en cierta ocasión que había una serie de contraseñas más comunes, que la gente utilizaba con el fin de no olvidarlas. Una de esas contraseñas era la palabra “contraseña” así que me dispuse a escribirla, con resultado negativo.
Mientras recordaba contraseñas comunes iba escribiendo “111111”, “123456”, “abc123” etc. Por desgracia ninguna de ellas era la correcta, posteriormente pensé en la fecha de nacimiento ...