1. Perra obsesión (5)


    Fecha: 22/12/2020, Categorías: Incesto Autor: Horny, Fuente: CuentoRelatos

    ... una agradable sorpresa para mí cuando Diana se arrodilló entre mis piernas y comenzó a lamerme a grandes velocidades. Pensé que acababa ahí mismo. Estuvo unos segundos saboreando mis licores hasta que le tuve que pedir que parara o iba a correrme enseguida.
    
    Paró, pero solo unos segundos, ante esto, mi lengua se fue buscando su pequeño tesoro estrecho, quería acariciar sus pliegues, sentir la suavidad única de ese pequeño anillo de piel, y durante unos segundos pudo disfrutar de esa textura y ese sabor únicos e incomparables, pero tuve que parar súbitamente ya que el placer se hacía demasiado y notaba que iba a explotar.
    
    Después de saborearnos mutuamente nos tumbamos sobre la alfombra una frente a la otra. Su chocho a pocos centímetros del mío sediento y babeante, palpitante y totalmente ansioso a mas no poder, segundos de concentración, de deseo latente, sus ojos cerrados, los míos no perdían detalle, su gesto se relajaba...
    
    Pegué mi pubis al suyo y comenzamos un movimiento lento y cadencioso. Las sensaciones son imposibles de plasmar en este relato porque es imposible describir el amor, la pasión, el deseo, las ganas salvajes y animales, el querer devorar y que te devoren, la sensación de que vas a morirte en ese mismo instante o que estas naciendo a través de esa vagina que te proporciona tanto placer.
    
    El calor era delicioso, no quería que acabara nunca, me embriagaba la visión, el aroma, la humedad sobre mi piel ardiente. Las ganas largamente contenidas ...
    ... salieron a la superficie y me corrí en un orgasmo intensísimo, mis gemidos llamaron su atención y juraría que hasta se sonrió. No por eso dejé de moverme esta vez incorporándome y tumbándome sobre ella, tomando sus manos entre las mías, enlazándolas sobre su cabeza, besándola como loca en la cara, el cuello, los hombros, el canal entre sus senos hasta que sus gemidos me anunciaron que también había llegado y más allá de lo que ella misma imaginaba a juzgar por la hermosa expresión en su rostro y las convulsiones que su pequeño cuerpo no podía controlar.
    
    Solo hasta ese día comprendí cuánto daño podía hacerme esta mujer, podía destruirme con solo una palabra. Sentí mucho miedo, miedo a esos sentimientos que se habían apoderado de mí, que me lastimaban y a la vez me producían tanto gozo.
    
    Me tumbé a su lado de nuevo rodeándola protectora con mis brazos, llenándola de besos tiernos, suaves, sin decir una palabra, pero hablándole con mis ojos mientras su cuerpo se relajaba. Ella también me abrazó durante un minuto, pero no me miraba. Me dio la espalda y yo la acuné como a una niña pequeña acariciando su pelo, oliéndolo, peinándolo con mis dedos. Ella no me hablaba tampoco y en ese momento me di cuenta que lloraba por un leve estremecimiento de su cuerpo y porque intentaba cubrir su rostro. Dejé de acariciarla, me incorporé y me retiré a mi habitación, más que todo para dejarla a solas con su dolor o con lo que fuera que estuviera sintiendo. Ella para mí era un enigma, un jeroglífico ...
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