Hidden Club
Fecha: 24/01/2021,
Categorías:
Intercambios
Autor: veroydany, Fuente: RelatosEróticos
... en tono de chanza—. Pero en serio, Marta, creo que ya hemos visto suficiente, y deberíamos irnos.
—De eso nada —susurró mi acompañante—. Quiero llegar al final de esto.
â â â
Más o menos a los dos minutos de estar allí, ante una copa en mi caso, y un refresco de cola en el de Marta (que, por cierto, intenté pagar, pero el barman me miró como si yo fuera un extraterrestre, y rehusó coger el billete que le ofrecía) el varón de la pareja de la izquierda de la barra sonrió en nuestra dirección, e hizo un gesto de saludo con la mano, que correspondí.
Inmediatamente, la mujer vino hacia nosotros, y nos besó a ambos en las mejillas, como si nos conociera de toda la vida.
Le di un buen repaso con la vista. Rubia natural (lo digo porque las cejas eran del mismo color que sus cabellos) algo más delgada que Marta, pero con un cuerpo proporcionado. Un gracioso rostro, en el que resaltaban dos ojos de color aguamarina. Algo escurrida de caderas, lo que compensaba con un trasero muy bien puesto, y piernas largas, la mayor parte a la vista, dado lo corto (cortísimo) de su falda estrecha. Su traje de fiesta poseía un escote en pico que le llegaba casi al ombligo, y que apenas cubría dos pechos nada despreciables, que se mantenían tiesos sin necesidad de sujetador, y se bamboleaban de una forma muy sugerente cuando caminaba.
—Podéis llamarme Violeta —informó la chica—, y mi marido es Aster.
«Curioso: ambos tienen nombres florales» —me dije.
—Ella es Anémona ...
... —señalé muy serio a Marta, que me miró con extrañeza— y yo Narciso.
—No os había visto nunca por aquí —afirmó ella.
—Es la primera vez —aclaró Marta.
Hizo una seña al que ella había definido como su marido, que se acercó, y me estrechó la mano, besando después a Marta en las mejillas.
No pude evitar el respingo: la tal Violeta me estaba tentando el “paquete” con todo disimulo, sin que su expresión hubiera variado en absoluto.
—Estábamos pensando en irnos, hasta que os vimos —informó el hombre—. Supongo que pasaréis al área privada, ¿no?
—No —salté yo.
—Sí —dijo Marta al mismo tiempo.
El matrimonio nos miró con cara de confusión. Marta me pisó discretamente un pie.
—En realidad, lo que quería decir es que pensábamos esperar un poco más, pero ahora… —expliqué.
—Entonces, ¿nos acompañáis? —preguntó Violeta.
—Sí —afirmó Marta con gesto decidido.
El tal Aster llamó la atención del barman, señalando después hacia unos cortinajes, al fondo del salón, en los que no había reparado. El hombre metió una mano tras la barra, (posiblemente un mando a distancia) y las cortinas comenzaron a descorrerse. Marta se colgó de mi brazo, empujándome en dirección a ellas, unos pasos por detrás del matrimonio floral.
—Creo que no es una buena idea —susurré a Marta.
—¿Después de ver como la florecilla esa te palpaba la bragueta? —preguntó entre dientes—. Te dije antes que quiero llegar al final, y eso es lo que haremos.
El “mayordomo” nos esperaba tras una ...