Hidden Club
Fecha: 24/01/2021,
Categorías:
Intercambios
Autor: veroydany, Fuente: RelatosEróticos
... puerta que las cortinas habían ocultado hasta ese momento.
—Bien, —dijo el empleado—. Ya conocen el procedimiento, pero se lo repito por si acaso: en el interior no están permitidos teléfonos móviles ni cámaras; les ruego que las depositen en el casillero. Pueden utilizar, si lo desean, las máscaras y antifaces que ven a su derecha, para proteger su anonimato. No se preocupen, no se reutilizan —probablemente había advertido un leve gesto de repulsión por mi parte—. Que disfruten de su estancia —concluyó.
—¿Qué habíais pensado? —preguntó Aster mientras depositaba su iPhone en el casillero marcado con el número 57.
—Quizá… —dirigí una mirada indecisa a Marta—. Primero dar un vistazo general, antes de decidir…
Marta y yo dejamos nuestros smartphones en el 143. Los cuatro tomamos antifaces que nos cubrían parcialmente el rostro.
Franqueamos una nueva puerta, que nos dejó en un corto pasillo, en el que había otras tres rotuladas “señoras”, “caballeros” y “vestuarios”. Al fondo, un nuevo salón de dimensiones parecidas al anterior, de decoración más moderna que el otro. Una larga barra de bar ocupaba la totalidad de una de las paredes. En la otra, una serie de sofás idénticos, forrados de lo que me pareció polipiel de color blanco, con pequeñas mesitas ante ellos, cubiertas de una profusión de vasos y copas. Tras la barra, tres chicas, ninguna de más de veinticinco años… con los pechos al aire (más tarde advertí que, en realidad, estaban completamente ...
... desnudas)
Ante la barra, o sentados en los sofás, algunas personas, casi todos con el rostro oculto por máscaras como las nuestras. Había algunos trajes y vestidos de fiesta, como en el primer salón, pero también un repertorio de lencería sexy en las señoras, bóxers de cuero o tela en los hombres... Esto, los que llevaban algo encima, porque una pequeña parte de los asistentes estaban simplemente en pelotas.
—¡Será cabrón! —musitó Marta entre dientes. Obviamente se refería a su ausente marido.
—Ahora sí que creo que deberíamos irnos —susurré a su oído, tratando de colocarme discretamente la erección más que regular, producto de la conciencia del significado real de las palabras “área privada”—. Creo que ya tenemos una idea acerca de lo que se “cuece” aquí.
—¡De eso nada! Te repito que hasta el final… —dijo Marta en el mismo tono.
—¿Vais a cambiaros ahora? —preguntó Violeta.
—Después. Primero vamos a recorrer esto —decidió Marta por los dos.
—¡Ah, bien! —aceptó Aster.
Se dirigió a otro hueco disimulado tras una cortina. Tras ella, un largo pasillo, al que se abrían varias habitaciones sin puertas.
Nos acercamos a la primera de ellas: dos mujeres desnudas sobre una de las dos camas que ocupaban buena parte del recinto, estaban medio recostadas, con las piernas entrecruzadas, frotando entre sí sus coños. Una de ellas mostraba en su rostro un gesto de concentración; la segunda boqueaba como pez fuera del agua, emitiendo pequeños grititos rítmicos.
Mi erección pasó ...