1. Riberas del Donetz 2


    Fecha: 10/11/2017, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... fusileras ocupaban quedaban libres del furioso acoso del fuego enemigo, con sus víctimas adicionales.
    
    Más o menos por cuando la batería anti carro era aniquilada la capitán Soia Valentinovna y el teniente Ugarov caían abatidos por sendos disparos en plena frente. La capitán Baida había tenido un solo segundo de descuido cuando alzó la cabeza más de lo debido para dar instrucciones a un grupo de fusileras algo adelantadas a ella; y Ugarov, al ver caer a su amada, se levantó de un salto para correr junto a ella, con lo que al final quedaron juntos, unidos para siempre, él encima de ella, en postrer y eterno abrazo.
    
    Cuando la Baida cayó Lida Ilianovna compartía trinchera con ella por lo que al momento la fusilera sintió cómo un horrendo escalofrío recorría su espalda y el pelo se le erizaba en la nuca, consciente de lo cerca que la muerte la había rondado, que lo cortés no quita lo valiente. Pero también fue consciente de que desde ese momento la Compañía quedaba descabezada, sin autoridad alguna que la dirigiera y ese no era, desde luego, el mejor momento para que tal evento se produjera, pues la difícil situación por que la unidad femenina pasaba lo que demandaba era un mando decidido que pudiera sacarlas a todas lo mejor posible del atolladero. Así que con el alma en vilo, saltando de posición en posición, tratando de ofrecer siempre el menor blanco posible, se fue acercando a la posición que Stella Antonovna compartía con Marianka Ivanovna y Wanda Alexandrovna. Se ...
    ... dejó caer en el angosto atrincheramiento al llegar.
    
    Stella no lo dudó y se hizo cargo al momento del mando como era su deber. Despachó correos a los pelotones ordenando que de inmediato se iniciara el repliegue ordenado de la unidad. Se debía evacuar primeramente a las heridas y cuantas fallecidas se pudiera para a continuación hacerlo las todavía útiles, pelotón a pelotón, cubriéndose la retirada unos a otros.
    
    Los carros T-34 se volvieron a aproximar para participar en la evacuación de las fusileras, pero sin sobrepasar la retaguardia de la Compañía por si las moscas, pues el fuego del “Ferdinand” imponía “Un respeto imponente”, como dice el poema “El Piyayo”.
    
    La decisión de Stella Antonovna no pudo llegar en mejor momento, pues para entonces el teniente Bauer ya había decidido a su vez lanzar un segundo asalto contra la orilla soviética. Desde hacía ya rato venía sintiendo sobre sí las miradas de su gente, los “granaderos“ a su mando; por más que admitieran la bravura de aquellas mujeres, aquellos “engendros de Satanás” como las definían a esas alturas y sin que a nadie se le ocurrieran aquellas “gracietas” de no hacía tanto tiempo, soeces, groseras, de mal gusto de “machos creídos”, como lo de “Aquí lo que hace falta es un ataque a bragueta abierta. Seguro se rinden en apertura de piernas”, tampoco eran conejitos asustados corriendo al abrigo de su madriguera.
    
    A su orden los dos carros aún operativos avanzaron hacia la orilla hasta introducirse en la corriente ...
«12...171819...22»