1. Riberas del Donetz 2


    Fecha: 10/11/2017, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... fluvial. Siguieron adelante hasta cubrir casi un tercio de la distancia entre ambas riberas, disparando sus piezas artilleras y las dos ametralladoras Mg 34 de 7,92 mm de que cada uno disponía, barriendo con su fuego la orilla opuesta y esquilmando una vez más todo cuanto por allí se emplazaba. Un impacto directo de cañón alcanzó de lleno un nido de ametralladora, con lo que la máquina, una más que moderna SG 43 de 7,62mm, y sus tres servidoras volaron por los aires, los cuerpos de las chicas despedazados, con sus miembros esparcidos varios metros a la redonda. A esa altura los lanzadores fumígenos de los carros lanzaron su carga sobre la ribera soviética que en minutos quedó cubierta por una espesa neblina entre oscura y un tanto blancuzca que prácticamente imposibilitaba la visión a muy pocos metros. Entonces, los granaderos se lanzaron al asalto a la carrera hasta sumergirse en el agua, llegando hasta la mitad de la corriente como la vez anterior, con el agua por el pecho y fusiles más cartucheras en alto, levantados por ambos brazos cuanto éstos daban de sí. A su vez, un pelotón de ingenieros zapadores, diez “guripas” portando lanzallamas individuales, un radio-operador y un cabo 1º jefe, embarcaban en tres canoas neumáticas y emprendían el paso al otro lado del Rusumaia. Para entonces el teniente Franz Bauer reconocía su error del principio: Debió hacer caso de Peter Hesslich y haber mandado los cinco carros por delante, como ahora hiciera. ¡Cuánta sangre alemana se ...
    ... hubiera ahorrado de no haber sido tan pusilánime respecto a los “Tigre” y “Pantera”!
    
    Desde que las neblinas producto de las granadas fumígenas se expandieran por el campo soviético, éste se convirtió en una barahúnda de idas y venidas pues, poco a poco, lo de la retirada ordenada se empezó a convertir en lo de “Maricón el último”, pues lo de esas granadas era fiel premonición de que, en breve, los alemanes estarían entre las “chavalas” y no precisamente “A bragueta abierta”, aunque puede que todo luego se anduviere, sino con los “lanzallamas” en ristre, cosa que erizaba el pelo a la más bragada de todas y con los más firmes “ovarios”. En fin, que en vista de la situación Peter Hesslich se descolgó de su privilegiada posición elevada y bajó al santo suelo para acabar de sumar alguna que otra “presa” más a su particular cuenta del día. De modo que en minutos Hesslich se vio entre mujeres que corrían casi sin rumbo y sin apenas divisarlas pues la visión se perdía al instante de divisar cualquier “objetivo”, por lo que era verlas un segundo y al siguiente no quedar rastro de ellas. Entonces fue cuando inopinadamente aparecieron ante él las tres muchachas, corriendo de izquierda a derecha. Apenas si pudo verlas y de ellas sólo le quedó, de momento, la imagen de una de ellas con una de las típicas latas de munición en una mano y el fusil en la otra. Sin pensarlo, sin apuntar siquiera, como por inercia, Hesslich disparó y al trallazo del disparo la chica que portaba la caja de ...
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