1. Riberas del Donetz 2


    Fecha: 10/11/2017, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... última, irrealizable y enteramente indeseable: No quiero que seas torturada. Tampoco soy capaz de matarte y dejarte libre es condenar a muerte a muchos camaradas. ¿Qué hago contigo, bella fusilera? ¡Atácame, saca otra pistola, un machete o cuchillo! ¡Oblígame a defenderme para que te pueda matar! ¡Tiene que suceder algo!”
    
    Pero a la vez que pensaba así, en su fuero interno deseaba que ella siguiera allí, que esos momentos no acabaran nunca. “¡Qué disparate Señor, qué disparate más grande!” se decía también
    
    Espolvoreó parte de las sulfamidas en una de las heridas, aplicó a continuación una gasa encima que sujetó con una tira de esparadrapo; al tiempo preguntó a Stella
    
    Stella no respondió automáticamente, pues pareció pensar la respuesta
    
    Hesslich se levantó casi en un salto, se golpeó la palma de la mano izquierda con el puño derecho y caminó frente a la chica que le miraba expectante dando vueltas y más vueltas
    
    Stella fijó sus ojos en los de Peter Hesslich; le miró con intensidad pero sin rastro de enemistad en sus ojos
    
    Hesslich acabó su cura desinfectando las heridas con sulfamidas en polvo, las cubrió con gasas y aseguró las gasas al cuerpo con esparadrapo. En todo ese tiempo ninguno de los dos habló y Hesslich hizo malabarismos con manos y ojos para ni rozar no ya los senos de Stella sino incluso su piel; y para evitar que su mirada se perdiera en aquel cuerpo semi desnudo.
    
    Al fin acabó y se levantó casi de un salto, pues la proximidad femenina estaba ...
    ... a punto de marearle. Nunca en su vida se había sentido tan inseguro, tan incómodo. Señaló el sujetador que descansaba en la hierba junto a Stella y dijo
    
    Entonces ella negó con la cabeza y se volvió a echar hacia atrás; cruzó las manos bajo la nuca y dijo con voz suave, acariciadora se podría decir, y entornando los párpados
    
    Peter Hesslich volvió a inclinarse sobre el cuerpo de la mujer y palpó cadera y muslo sobre el pantalón. Creyó que en la parte alta del muslo, donde descargó su bota con más violencia, alguna humedad había. Sangre que fluiría de una herida lo más seguro, sangre que convendría restañar. Y curar esa herida. Pero había un inconveniente: Sería necesario desprenderse de los pantalones y… ¿Cómo se lo decía a la mujer?
    
    Mientras esto decía, Stella se había desabrochado los botones del pantalón y empezado a bajárselos, subiendo el trasero para ayudarse. Cuando estaban a la altura de las rodillas Peter Hesslich tiró de ellos hasta sacarlos enteramente por los pies. Pero entonces apareció otra contrariedad: Las bragas de la Intendencia soviética. Estas eran lo más burdo pero también lo más anti-erótico que pueda darse, hasta el punto de que las bragas de una monja de clausura parecerían lo más sexi del mundo comparadas con las de la Intendencia soviética. Más parecían calzoncillos de hombre que bragas femeninas, con aquellas semi perneras que alcanzaban casi que hasta mitad del muslo, por lo que constituían un verdadero obstáculo a la hora de alcanzar las ...
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