1. Historia del chip (034): Predisposición (Kim 013)


    Fecha: 13/12/2017, Categorías: Intercambios Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos

    ... que nunca, su ardor indisimulado por Roger se desbordaba. Tratando de mantener las piernas bien cerradas y los pechos bien hinchados, se giró y le dijo a Roger: “Te quiero” y comenzó a besarle con pasión en los labios. Inmediatamente, su entrenado cuerpo mandó las hormonas correspondientes a los centros de placer, aprisionados en sus cárceles de lujo y Kim se sublimó de gozo. Roger acariciaba los hombros desnudos y el cuello en un intento de excitarla todavía más y consiguiéndolo casi sin esfuerzo. Desde ese día, ella iniciaba los besos y él los acababa. Los labios les sabían a miel y Kim siempre le susurraba al sentir los labios despegados: “Deseo fervientemente que me pellizques el clítoris y los pezones todo el tiempo que desees.”
    
    La nueva Córcega era algo así como la Ibiza de finales del siglo XX. Una mujer desnuda no necesariamente llamaba la atención, al menos en la playa o en la discoteca. Sin embargo, Roger decidió, -nada más llegar-, mantener a Kim casi desnuda todo el tiempo. La manera de lograrlo parecía algo arcaica, no por ello menos efectiva. Fabricó un taparrabos, siendo Kim la que cosió el pequeño trozo de tela rojo y rectangular a un cordel del mismo color. Era tan ligero que Kim no lo sentía puesto y al colocarlo en sus caderas, -el lugar dónde el taparrabos tenía alguna posibilidad de cumplir su función-, tenía tendencia de tratar de escalar hacia puntos de menor tensión, ayudado por la fuerza cinética a poco que las caderas rotasen. El taparrabos ...
    ... tampoco tenía un peso que pudiese guiarla en sus esfuerzos por ocultar algo de su pubis, así que debía de fiarse del roce que se producía por la sedosa tela cuando se levantaba ligeramente y volvía a tocar sus muslos. Ese contacto era el único que sentía y no podía ayudarse de la mirada, ya que la regla de llevar la barbilla levantada le impedía comprobar si al avanzar el taparrabos se elevaba demasiado por encima de su vagina. Para completar su vestimenta, se colocaba unos tacones rojos, abiertos, altos y sexys, más unos pendientes de un rojo plateado, que casualmente tenían un tono igual del cordón de las caderas.
    
    Kim se sentía tan desnuda y expuesta que rogó con todas sus fuerzas a Roger algo más decente. Quién no sólo no cambió de opinión, sino que añadió algunas reglas a las ya impuestas:
    
    —El estómago para dentro, los pechos bien hinchados y mostrados al máximo, los hombros hacia atrás, la barbilla no debe bajar salvo por necesidad, las caderas y las nalgas bamboleando a cada paso y quiero que ofrezcas la mejor de las sonrisas cuando alguien te mire o te hable. Un maquillaje ligero, detectable, con los labios bien rojos a tono. El maquillaje que llevarías por la noche si fuéramos a cenar, y te pusieras un precioso vestido rojo de gala. Debes mostrarte altiva con tu cuerpo, orgullosa de que deseo exhibirte y no pensar en nada más.
    
    Practicaron en el hotel antes de salir y a Kim le pareció que lo más difícil sería mantener una postura relajada con los hombros hacia ...
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