Ojo por ojo
Fecha: 16/12/2017,
Categorías:
Gays
Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... hacer otra cosa que abrazarla. Con fuerza, sosteniendo un cuerpo que se rompía cual muñeca de porcelana. Lloró como creo que no había llorado nunca, como queriendo extraer todo el líquido que no había sacado en los últimos veinte años. Me asió con fuerza, clavándome dedos y uñas en la espalda, pero no la aparté. Tenía claro que la quería, por más herido que estuviera, y sentí que debía mostrárselo.
Llegué al despacho pasadas las 11. Aunque había avisado a Bego de que un tema personal me tenía retenido en casa, para qué mentir, mi jefe me esperaba con mala cara pues los viernes nos reunimos los 6 comerciales de la empresa para pasar cuentas de la semana y planificar la siguiente.
Había dejado a Cos más tranquila, sobre todo en lo referente a nuestra relación, pues no tenía ninguna intención de dejarla, pero más allá de obligarla a dejar de dirigirle la palabra al chulapo, algo difícil de cumplir compartiendo equipo de trabajo, tan sólo le pedí que fuera a una tienda de colchones a cambiar el de nuestra habitación, pues tenía clarísimo que esta había sido la última noche que había dormido sobre él.
Puedo asegurar, lo sé con certeza, que no volvió a haber el más mínimo roce entre mi mujer y Cristian. Es más, su relación se volvió tan tensa que incluso tuve que pedirle que se moderara pues el tío podía darle a la lengua y ponerla en un aprieto. No lo hizo. Afortunadamente él aceptó una oferta de trabajo de un competidor y cambió de aires a las pocas semanas.
En ...
... casa, la reconciliación fue lenta pero firme. Volvimos a hacer el amor a los dos meses. No se pareció en nada a los centenares de veces que nos habíamos acostado, que habíamos follado. No hubo preliminares, ni juegos, ni palabras soeces. Ni siquiera palabras de amor. Ya hacía unos días en que me había ido aproximando a ella. La rabia había ido dando paso a la necesidad de abrazarla, de besarla, de volver a sentirla mía.
Estábamos en la cama listos para ponernos a dormir. Ella había leído un poco mientras yo acababa de asearme. Me metí bajo las sábanas y me dejé llevar por mis impulsos más primarios. Quería notarla, sentirla. La abracé, suavemente al principio, con vigor a los pocos segundos. Ella me correspondió con la misma intensidad. Sus pechos se pegaron a los míos, mis piernas se colaron entre las suyas. Bajé las manos y la aferré por las nalgas. No llevaba pantalón, así que me bastó con apartar el tanga a un lado para que mi erección entrara en ella. No estaba lubricada, pero su cueva me acogió cual hijo pródigo mientras un suspiro emergía de las profundidades de su ser. Me moví con suavidad, degustando su intimidad, mientras nuestros cuerpos se fundían como si quisiéramos traspasarnos. No aguanté demasiado. Tres meses sin sexo no son en balde pero sé que la hice feliz. Aumenté la velocidad lo justo para llegar al orgasmo y me derramé.
-No salgas, por favor –fue su única petición cuando acabé. –Déjame sentirte más rato. Lo necesito.
Se lo concedí. Durante más de ...