1. Me gusta que vean a mi esposa. "El paso de un novio morboso a un esposo voyerista" Un texto que me ayudaron a escribir. besos muaa


    Fecha: 30/09/2020, Categorías: Voyerismo Tus Relatos Autor: luciadelarosa, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    Me gusta que vean a mi esposa. 
    Inicios. 
    Vivo en el Norte de México pero soy nacido en el Sur. Moreno, gordito y de 1.60 de estatura. Calvo y uso lentes. Ingeniero, de los de verdad, que trabaja en la “chinga” del campo y  soy un poco mal hablado. Contrasta mucho mi mala educación y mi “piche” fealdad con mi hija y esposa porque son muy hermosas y llenas de bondad. 
    Mi esposa “Tere”, es muy blanca y alta, 1.82; una “güerota del Norte”. Maestra de kínder y los fines de semana es maestra de catecismo. Tiene, y siempre ha tenido, un culito que me vuelve loco; nalgas grandes. Muy chichona, copa “E”, no me cabe una teta en la mano. Siempre bromeo con ella por sus pezones que me encantan; se levantan bien chingón como si fueran una especie de borradores de lápiz. Las aureolas grandes color café oscurito resaltan mucho por su piel blanca. Al pasar de los años todavía mantiene su abdomen plano y su cintura bien definida. Ojos azules y usa lentes. Su cabello natural es de color negro pero le pedí que usara su cabello cortito y lo pintara de rubio. 
    Mi hija, Lucy; es chaparrita, de mi estatura (1.60). Heredó la piel blanca de Tere. Cabello negro a la altura de los hombros. Ojos cafés. Carita angelical con pequitas en mejillas que parece no cambiar ahora que tiene 33 años. Siempre ha sido un poco vanidosa, le encanta a la “cabrona” que le diga que se ve guapa o es hermosa. Antes de casarse no era tan chichona como su mamá, tenía un par de pechos bien levantados y duritos. Ahora se ...
    ... ve más tetona. Conserva una cintura chiquitita, grandes caderas y piernas contorneadas: gruesas, siempre anda en “chinga” con el “ejercicio”.  Es culona, nalgas muy bonitas; grandes y redondas con la diferencia de que están muy levantadas. Antes de sus 15 años Lucy andaba en su grupo de gimnasia, fue la primera vez que noté como sus nalgas y sus pechos ya la enmarcaban como mujer. Cuando salíamos a la calle robaba miradas al igual que su mamá y todavía no tenía sus quince primaveras. 
    No sólo lo curvilíneas y estar bien buenas tienen en común mi hija Lucy y mi esposa Tere; tienen un “chingo de ingenuidad”… están medio “mensas”. Nunca, y estoy seguro, descubren malas intenciones de los que lo rodean y menos las mías. 
    Pero les cuento cómo inició todo el “desmadre”. Yo tenía 19 años, estudiante foráneo y en el último año de mi universidad cuando conocí a mi esposa. Ella, de 17 años, también terminaba sus estudios de maestra. Recuerdo que mis compañeros y yo paseábamos por la Ciudad Deportiva. Vimos un grupo de mujeres caminando por los jardines en uniforme escolar a la distancia. Todas eran altas y blancas, “güeritas norteñas”,  pero la que llamó más la atención de todos era Tere. Llevaba una cola de caballo con un listón verde. Su rostro sin maquillaje. Ojos azules y lentes negros pasta gruesa. Tenía una blusa blanca debajo de un suéter rojo tipo chaleco que se le repagaba a una cintura pequeña que hacía notar unos enormes pechos. La falda escolar cuadriculada, verde y rojo, ...
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