1. El calvario de Luciana (7)


    Fecha: 05/01/2018, Categorías: Confesiones Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... visto. Parecía una perra apaleada. Toda miedosa, sollozando. Eso me calentó y más le di.
    
    -Lo importante para mí es que te vayas conforme, Gloria.
    
    -¡Más que conforme, Emilia! ¡Fue una noche maravillosa con tu animalito!
    
    -¿Vas a repetir?
    
    -¡Por supuesto, querida! ¿Hasta cuándo la tenés colocada?
    
    -Diecisiete días.
    
    -Bueno, anotame para el día dieciocho. –pidió la señorona.
    
    -Date por anotada, querida.
    
    El encuentro terminó cuando Luisa se hizo presente convocada por Emilia para acompañar a la clienta hasta el portón de entrada, tras el cual esperaba el remise que la mucama había llamado por indicación de la proxeneta.
    
    Elba miraba el portón abrirse con el control remoto que accionaba la mucama cuando recibió en su handy el llamado de Emilia convocándola al saloncito.
    
    -Voy ya mismo, señora. –respondió y un instante después estaba allí ante ella.
    
    …………
    
    Cuando Graciela llegó a la mansión y transpuso en su vehículo el portón de entrada se encontró con Elba que en medio de la senda la detenía con un gesto imperativo. Bajó la ventanilla y el ama de llaves le dijo secamente:
    
    -Ábrame la puerta de atrás.
    
    -Hola, Elba, no sé qué…
    
    -Usted lo único que debe saber es que está obligada a obedecer las órdenes que se le den. ¡Vamos! ¡Ábrame la puerta! –insistió Elba con un tono que asustó a Graciela, que además no podía salir de su asombro ante semejante recibimiento. Mientras el ama de llaves se acomodaba en el asiento trasero recordó que ella se había ...
    ... entregado voluntariamente a Emilia como esclava y evidentemente a eso se debía el duro y desacostumbrado recibimiento.
    
    Agitada por diversas e intensas sensaciones puso nuevamente en marcha el auto y entonces Elba le dijo:
    
    -¿Le ordené que arrancara?
    
    -Ay, Elba, bueno, yo…
    
    -Parece que es dura de entendederas, arquitecta. Usted no puede hacer nada por cuenta propia, pero acaba de hacerlo al arrancar sin que yo se lo ordenara.
    
    Graciela trató de dominar sus nervios, detuvo el automóvil, respiró hondo, miró a Elba por el espejo retrovisor y dijo con voz trémula:
    
    -Sí, Elba, está bien, discúlpeme… Comprenda por favor que no tengo ninguna experiencia como… como esclava… Perdóneme…
    
    -No me mire cuando me habla. –dijo imperativa el ama de llaves. –Ya le daremos el adiestramiento necesario para su condición de sierva. Por ahora aprenda lo que le dije: nada de actuar por cuenta propia y aquí siempre con la cabeza gacha. ¿Está claro?
    
    Graciela desvió la vista del espejo retrovisor, tragó saliva y asintió con la cabeza.
    
    -No la escuché. –dijo fríamente Elba.
    
    -Sí, perdóneme, sí… sí, está claro.
    
    -¿A quién le está hablando?
    
    -Perdón… Sí, Elba, está claro.
    
    -Señora Elba. –volvió a corregirla el ama de llaves.
    
    Graciela se sentía humillada pero también caliente, muy caliente con esa férrea dominación que esa mujer ejercía sobre ella. Por un instante se sintió como una colegiala ante una docente severa y esa imagen la excitó aún más.
    
    Volvió a tragar saliva ...
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