1. El calvario de Luciana (7)


    Fecha: 05/01/2018, Categorías: Confesiones Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... accionó el interruptor de la luz y le ordenó a Graciela que entrara. Elba le soltó el brazo y la empujó hacia el interior. La sala que la proxeneta llamaba “de juegos” era en realidad una muy bien equipada sala de castigos. Graciela tragó saliva y sus ojos se abrieron desmesuradamente al recorrer el lugar. Había una cruz de San Andrés con grilletes en los extremos y una cuerda en su centro; una cadena con un par de grilletes que bajaban del techo, estantes en los que se veían máscaras, esposas, mordazas y sextoys de distintos modelos, y en una de las paredes pendían varios látigos, fustas y varas. El piso era de cemento y las paredes de ladrillo a la vista.
    
    La arquitecta tragó saliva y luego de un instante de duda se atrevió a preguntar:
    
    -Ama… ¿qué… qué me van a hacer?...
    
    Emilia miró a Elba, que entendió perfectamente el mensaje de esa mirada. Se puso frente a Graciela, le enderezó la cabeza sujetándola por el pelo y le pegó una fuerte bofetada.
    
    -Aprenda a no hablar sin permiso. –le explicó el ama de llaves, que luego de unos segundos volvió a golpearla.
    
    -Y aprenda que después de cometer una falta debe pedir perdón.
    
    Graciela tenía los ojos llenos de lágrimas arrancadas por esas dos cachetadas cuando Emilia le preguntó:
    
    -¿Lo aprendiste, sierva?
    
    -Sí… sí, Emi… sí, Ama, lo aprendí…
    
    Emilia se paseaba ante ambas mujeres, lentamente, devorando con mirada triunfal a su flamante esclava, y sin dejar de desplazarse preguntó:
    
    -¿Entonces?
    
    -Perdón, Ama… ...
    ... -murmuró Graciela con la vista fija en el piso.
    
    -¿Qué tengo que perdonarte, sierva?
    
    -Que… que hablé sin su permiso, Ama.
    
    -Otra lección: a una esclava que comete una falta sólo se la perdona después de castigarla. –dijo Emilia.
    
    -Está bien, Ama… murmuró Graciela y Elba la abofeteó otra vez.
    
    -Volviste a hablar sin autorización, yegua.
    
    Graciela se desesperó pero mordiéndose el labio inferior pudo contener a último momento una protesta.
    
    -Desnudate. –le ordenó Emilia y cuando Elba le soltó el brazo comenzó a quitarse la ropa aunque incómoda por la presencia del ama de llaves. Sin embargo continuó hasta quedar totalmente desnuda, con la vista clavada en el piso, un brazo cruzado sobre sus pechos y la mano derecha cubriéndose la vagina. Elba le enderezó la cara tomándola del pelo y fue Emilia quien le pegó una nueva bofetada. Los ojos de la esclava estaban arrasados en lágrimas.
    
    -No vuelvas a cubrirte, yegua. –le advirtió la proxeneta e inmediatamente le ordenó a Elba que pusiera a la víctima en la cruz de San Andrés. –De cara a la madera. –le indicó.
    
    Mientras el ama de llaves sujetaba a Graciela, Emilia se paseaba ante el muro en el cual pendían los diversos instrumentos de azotar. Finalmente eligió una paleta de madera, de diez centímetros de ancho por 30 de largo sin contar el mango, sobre el cual se ciñó con firmeza su mano derecha.
    
    Graciela temblaba con violencia sujeta por las muñecas, los tobillos y la cintura a la Cruz de San Andrés. Se atrevió a ...
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