1. Euterpe y Tauro (2)


    Fecha: 07/01/2018, Categorías: Bisexuales Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... más puro arte de torear. Y todo ello, intercalándole los adornos del toreo de muleta, trincherazos, molinetes, giraldillas, afarolados…
    
    Pero si de verse eran esos pases, esa faena que, por finales, Gallardo le estaba sacando al morlaco, de verse era también el estruendoso entusiasmo de que el gentío que llenaba la plaza hacía gala, absolutamente rendido al fugaz héroe del momento y la tarde. Así, puesta la plaza en pie, jaleaba cada muletazo en un coro rítmico del más visceral “¡Ooolééé! ¡Ooolééé! ¡Ooolééé! ¡Ooolééé!”
    
    Sí; indudablemente, Juan Gallardo estaba armando el “taco” aquella tarde en la Monumental de Méjico, perdón, México, y no era, precisamente, Elena quien menos vibraba de emoción. Estaba orgullosa de él, de “su Juan”, su particular héroe; las primerizas aversiones a lo que entendía tortura innecesaria de un animal, o los horrendos miedos que antes la llenaran de pavor por él, habían desaparecido, borrado todo, al verle triunfador; y de qué manera lo de triunfador, pues entonces no solo se sentía transida por él, rendida a él, sino como su más encendida admiradora.
    
    Pero llegó la hora de la verdad, la de cuadrar y entrar a matar al toro y, para pasmo de espectadores, Juan Gallardo, entonces, plegó la muleta en su mano izquierda, sosteniendo la derecha el estoque, y dejó de torear al toro…como si se desentendiera de él, encarándose, en cambio, al palco del presidente de la corrida, la autoridad gubernativa mexicana que debe velar por la exacta observancia ...
    ... del Reglamento Taurino y al instante, no fueron pocos los espectadores que comprendieron, al vuelo, las pretensiones del torero: Ni más ni menos, estaba suplicando por la vida del toro, pidiendo su indulto a la autoridad…
    
    Y, salvado el primer momento de estupor, pues aquello nadie se lo esperaba, ya que el burel había dado suficientes muestras de mansedumbre como para no merecer tal gracia, comenzaron a tener en cuenta que ese toro, por finales, había sido consecuente con su bravía estirpe Y, como por ensalmo, los tendidos comenzaron a poblarse de pañuelos bancos y las voces de “Indulto, Indulto” empezaron a menudear hasta acabar siendo clamor y los tendidos y graderíos un enjambre de pañuelos blancos pidiendo, a voz en grito, que la vida del animal fuera respetada
    
    El presidente se resistía a conceder tal indulto, y razón no le faltaba, pues el toro, aunque por finales estaba resultando como debía, comenzó dejando no mucho, sino muchísimo, que desear, pero por finales no tuvo más remedio que someterse a la voluntad popular, perdonando por finales la vida al toro al sacar el pañuelo que le devolvía a los pastos donde naciera para, desde su retorno, vivir como un jeque árabe, único sultán del harén de entre veinte y treinta hembras de su especie que allá le esperaban para que, como nuevo semental de la ganadería, gracias a su ya probada bravura, en ellas engendrara nuevas camadas de bravos toros de lidia
    
    Juan, entonces, simuló la suerte de matar, entrando, sin estoque, ...
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