1. Euterpe y Tauro (2)


    Fecha: 07/01/2018, Categorías: Bisexuales Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... hasta tocar sus dedos los pelos del morrillo del toro, pues para el morlaco el final fue simulado, pero para el espada no, pues la suerte la realizó enteramente a ley, entrando “en corto y por derecho”, como está mandado. El toro, volvió a los corrales y los “costaleros” poblaron la arena, apoderándose del héroe de la tarde para, subiéndoselo a hombros, sacarlo así por la puerta grande de la plaza
    
    Aquella noche, la última que Elena actuaba en Ciudad México, al final del espectáculo Juan Gallardo llegaba a su camerino con un gran ramo de flores y un estuche con una bellísima sortija de brillantes que, junto con un billete manuscrito, entregó a la mujer que salió a recibirle al reclamo de su llamada, para que hiciera llegar todo a la diva; pero no fue necesario que la camarera pasara al cuarto, pues por esa puerta, al instante, apareció ella misma, Elena
    
    —Hola Juan; te esperaba. Sabía que esta noche vendrías. ¿Viniste ayer? A verme actuar, digo…
    
    —Hola Elena; pues no; no sabía que estabas aquí. No me he enterado hasta verte esta tarde en la plaza, cuando acabamos el paseíllo, al pasear la vista por los tendidos (los graderíos donde se sienta el público).
    
    —¿Sabes? Llevo toda la tarde, desde que abandoné la plaza, esperando y temiendo este momento. No te habrás dado cuenta, casi nadie lo ha notado, pero apenas si me salió algo bien; me equivocaba, pues la mente no la tenía en lo que hacía, sino pensando qué hacer cuando vinieras. La otra vez te dije que tenía un marido ...
    ... y una hija, pero no te dije la edad de mi hija. ¿Qué años tienes tú?
    
    Juan le sonrió
    
    —Veintiséis…y varios meses…
    
    Ahora quien sonrió, un tanto marchitamente, fue ella, la mujer
    
    —Yo, treintaiséis, treintaisiete en nada; mi hija, ya más veintidós que veintiuno, pues los cumplirá en menos de un mes. No es de mi marido, la tuve siendo muy joven, a mis quince-dieciséis años; un amorío de adolescente; o, mejor, un “calentón” de jovencita inconsciente; nada serio. Mi marido, que lo tengo, no lo es desde hace años; ahora sólo somos amigos, ni sexo siquiera mantenemos, habitualmente, al menos. Así, que con gusto pasaría la noche contigo; esta noche y todas cuantas quisieras; toda la vida la pasaría contigo, a tu lado. Pero, ¿sabes?, esta tarde, para mí, ha sido horrenda, la peor de toda mi vida; sentí horror cuando te vi ante esas fieras y creí morirme cuando te vi por los aires, entre las patas de ese animal odioso. Sí, Juan; creí morirme, y no, no quiero volver a pasar por eso. No podría Juan, mi amor, vida mía. Sí Juan, mi amor, mi vida, porque te amo Juan, y con toda mi alma, me enamoraste allá, en París, pero hasta esta tarde, cuando te vi en peligro, no he sido consciente de ello. Y me moriría, me volvería loca, viéndote salir cada día, cada tarde, de casa, del hotel, sin saber si volverás, cómo volverás. Me comprendes, ¿verdad? Sí; sé que me entiendes, porque sé que también tú me quieres. No podría, cariñito mío; no podría vivir así, luego prefiero no volver a verte, ...
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