1. Esclava de mis actos, presa de mis palabras


    Fecha: 10/01/2018, Categorías: Incesto Autor: Ulpidio_Vega, Fuente: CuentoRelatos

    ... Paraguay o a San Pablo donde tenían oficinas en la empresa exportadora en la que trabajaba. Un par de veces me había propuesto de ir a tomar un café. “Nos encontramos en un lugar neutral, ves qué onda y si no te gusto, charlamos dos boludeces, tomamos un café y cada uno para su casa”.
    
    Por una amiga también empecé a leer relatos eróticos y a mirar películas porno en los horarios en los que mi novio estaba trabajando o jugaba el rugby. Me empecé a interesar por algunas situaciones que hasta ese momento desconocía por completo como que me acaben en la boca para tragarme el semen o me cogieran por el culo, algo que siempre me dio impresión.
    
    Pero leyendo relatos y viendo pelis empecé a ponerme muy cachonda y a masturbarme todas las tardes frente al computador. Había días en los que terminaba con la vagina toda irritada por la presión que hacía con los dedos o por intentar meterme un tubo de desodorante porque necesitaba sentir una pija cuanto antes.
    
    Traté de todas las maneras posibles de que mi novio me prestara atención o de que fuera menos egotista a la hora de coger, pero el resultado fue tan frustrante como siempre. Sin juegos preliminares, se subía arriba mío me bombeaba durante dos o tres minutos hasta que descargaba su leche y con un piquito o un besito en la frente se desmoronaba en el costado de la cama y empezaba a roncar como un escuerzo.
    
    Yo estaba cada vez más caliente así que empecé a elucubrar un plan como para que me cogieran como yo me merecía y redoblé ...
    ... la apuesta en Tinder con fotos mucho más zarpadas donde mostraba bien las tetas, ponía cara de putona y aseguraba que buscaba “diversión” y “vivir el momento” antes que alguna relación estable o duradera.
    
    La temperatura de mis menajes con Gustavo fue subiendo en la misma proporción en la que yo me sentía desamparada e insatisfecha y estaba dispuesta a gozar como lo hacían la mayoría de mis amigas que “no tenían tanta suerte como yo” pero que se las veía con mejor semblante y mejor humor.
    
    Me hice adicta a la paja a tal punto que me compré un consolador para jugar mientras estaba sola en casa. Intenté varias veces metérmelo por el culo, frotándome el clítoris pero nunca pude enterrarlo verdaderamente y terminaba acabando más por la sensación que yo pensaba que me podía provocar que por tenerlo bien adentro.
    
    —Qué te gustaría que te hicieran —me preguntó Gustavo en una serie de mensajes de altísimo voltaje al que le habíamos sumado fotos de nuestras partes íntimas y audios con gemidos y susurros. Yo estaba tan excitada que nunca me intereso descular si me gustaba o no me gustaba. No me importaba como era, sólo una enorme pija que me mostraba en las fotos y que me tenía obsesionada. Me servía para calmar mi instinto femenino y con eso sobraba. Era mi galán anónimo y me mandaba fotos de una pija grande que más de una vez fantasee con tenerla toda adentro o con mamarla hasta que me llenara la boca con su semen y me lo dejara saborear. Y por supuesto, que me partiera en dos ...
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