1. El precio de la infidelidad


    Fecha: 13/01/2018, Categorías: Gays Autor: Safo_Nita, Fuente: CuentoRelatos

    ... Estrella. El trabajo, en cuanto a lo que a mí me concernía, estaba terminado. Pero decidí esperar un día más para organizar todo el material y, sobre todo, para aclarar mis ideas y elaborar un buen discurso.
    
    La llamé, y quedamos en vernos a las cinco de la tarde. Cuando llegué, el portal de acceso a la finca estaba abierto. Pero dejé mi coche fuera y entré a pie. Estrella apareció en la entrada con cara de ansiedad; en sus ojos había duda e inquietud. Llevaba un vestido blanco, de escote rectangular, sin mangas, que bajaba hasta la altura de las rodillas. Le sentaba como un guante. Los zapatos eran rojos como el color de sus labios. Estaba radiante. Me saludó con frialdad y me condujo al salón.
    
    Nos sentamos en el sofá, uno al lado del otro, y coloqué el ordenador portátil sobre la mesita de cristal. Sólo entonces me di cuenta de lo nervioso que me sentía. Por dentro, temblaba. Pero no se debía a su proximidad; mi pierna derecha rozaba la suya, y nuestras caderas se tocaban. Lo que me preocupaba era la reacción emocional que pudiera tener; que sufriera un ataque de ansiedad o una repentina furia. Temía que perdiese el juicio, temporalmente, y cometiese una locura. Uno nunca sabe cómo va a responder una mujer despechada; puede ser capaz de lo peor. Sin embargo, la veía demasiado segura de sí misma, como si ya supiera lo que iba a decirle, o como si no le importase lo más mínimo.
    
    –Bien, Matías –ella había decidido prescindir de formalismos–. ¿Qué es lo que tienes para ...
    ... mí? Espero que sea… concluyente.
    
    –Lo es –levanté la tapa del portátil y lo encendí–. Tengo cientos de fotos y tres grabaciones en vídeo; una de ellas con un audio excelente. En estos días se vieron en tres ocasiones, una por la noche y dos a media tarde, siempre en moteles de las afueras, de fácil acceso.
    
    –¿Quién es ella? –se apresuró a preguntar al ver las primeras fotos.
    
    –Se llama Paula. Es casi una cría; tiene apenas veintidós años. Estudia tercero de ciencias políticas, le quedan dos asignaturas para obtener el grado. Su padre posee un restaurante en el centro y ella es hija única. Recursos no le faltan, pero lo que recibe le llega a poco. Le gusta ir de compras, a las tiendas caras. Fíjese en los “modelitos” que luce; todos son de marca. Ni su familia, ni sus amigos, saben nada de su aventurilla. Lo que no puedo decirle es cómo conoció a Leo, ni dónde. Pero no creo que eso importe mucho.
    
    –No, ahora ya no –dijo tajante–. ¿Y por qué sigue con esa niñata?
    
    Me tomé mi tiempo para contestar. No sabía qué palabras usar, ni qué tono emplear para que ella no se sintiera dolida u ofendida. Desde mi punto de vista, ésta era una de las peores partes de la tarea de detective: la de dar la mala noticia a un cliente que no lo espera. La explicación era tan obvia que no caí en ella hasta que en la última grabación lo vi todo claro y transparente como agua de manantial.
    
    –Su marido –empecé con calma–, está perdidamente enamorado. Sólo tiene ojos para ella… y para nadie ...
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