1. Historias de minimercado


    Fecha: 29/01/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    ... amontonarse en la caja que el Misil había dejado desierta.
    
    –No te muevas de aquí –de dije al forzudo– creo que en el depósito está lo que vos estás buscando, ya vuelvo.
    
    En realidad, en el depósito estaba lo otro que él estaba buscando. Me dirigí raudo hacia allí y, al llegar, pude observar al Misil en plena acción con la pendeja; o quizá deba decir a la pendeja en plena acción con el Misil. Porque era ella la que se lo estaba garchando a él.
    
    De pie, con la pollerita subida hasta la cintura y la tanga corrida hacia un costado, con una pierna apoyada en el suelo y la otra levantada y con el pie apoyado sobre un cajón de cerveza, lo tenía arrinconado contra la heladera y parecía que lo estaba matando a conchazos. Le daba con un ritmo atroz y una energía inusitada. De vez en cuando se desenvainaba y se arrodillaba para devorarle la pija: le recorría la rosada cabezota con su lengua a gran velocidad y luego se la tragaba casi hasta el punto de la arcada. Luego se ensartaba de vuelta en aquel imponente falo y continuaba con su ritmo infernal. El Misil tenía los ojos en blanco. Estaba completamente entregado a la arrolladora fogosidad de la pendeja.
    
    Me calenté tanto que pelé la verga ahí nomás y me hice tremenda paja. Acabé en diez segundos; derramé unos buenos chorros de leche sobre unos packs de juguito que formaban una pequeña montaña en la entrada del depósito. Inmediatamente después volví al frente del local con una botella en la mano y se la entregué al ...
    ... grandote:
    
    –Tomá, comparalo con los otros, para mí éste es mucho mejor –le dije con autoridad.
    
    Luego volé hacia la caja, en donde los clientes se encontraban por demás impacientes. Les pedí disculpas y procedí a realizar la facturación de los productos. Por suerte, en un rato de ocio, el Misil me había explicado los detalles de su trabajo.
    
    Luego fue el fortachón el que se me apersonó en la caja. Me dijo que la botella que le había traído del depósito no era vino sino Fernet, pero que ya se había decidido por uno de los que me había mostrado antes. Mientras pagaba por su compra volvió a examinar los alrededores:
    
    –¿No has visto a mi novia? Es morocha y más o menos así de alta –me dijo mientras colocaba su mano extendida a un metro y medio del suelo.
    
    Apenas llegué a realizar un leve movimiento de negación con mi cabeza cuando un sonido proveniente del fondo lo alertó. El grandote, sin mediar palabra, se dirigió con decisión hacia el lugar y cuando iba a atravesar la puerta hacia el depósito, se encontró con su novia, que volvía al frente del local; estaba un poco desalineada.
    
    –¿Dónde estabas? –le preguntó el fortachón.
    
    –Atrás… tuve una urgencia –respondió la pendeja traviesa (no le mintió). En ese momento solté mi segunda gran exhalación de la noche.
    
    Ellos fueron los últimos clientes. Al mismo tiempo que los observaba marcharse abrazados, me dispuse a cerrar el negocio. Luego fui corriendo hasta el depósito. Allí estaba el Misil: tirado en el suelo boca arriba, ...
«12...567...10»