1. Historias de minimercado


    Fecha: 29/01/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    ... cerca; imaginate… –respondió mi compañero con algo de ingenuidad. Luego continuó– El hijo de puta del delivery conoce a los hijos. Dice que cuando Castro no está, la putona se les pasea por la casa medio en bolas; los tiene todo el día calientes como caldera de sordo. Fijate que los tipos andan por los treinta años y todavía viven con los padres... Y si… si mi madre tuviera ese culo yo tampoco me mudaría. Parece que ni siquiera trabajan los hijos de puta, se pasan todo el santo día mirándole el orto a su madre y matándose a paja. Pero no sé qué tanto se le puede creer al delivery: es medio mentiroso…
    
    Cuando la señora nos abrió la puerta de su casa pude comprobar que el Misil no había exagerado en lo más mínimo, y es muy probable que el delivery tampoco. Tendría unos cincuenta años muy bien llevados. Era rubia, muy coqueta y se cargaba un cuerpazo maduro de voluminosas tetas y tremendo ojete: una verdadera bomba. Vestía una musculosa y un pequeño shortcito que revelaba sus redondeados encantos con deliciosa indecencia.
    
    –Buenas tardes, pasen, pasen –nos dijo mientras nos invitaba a seguirla hasta la cocina.
    
    Caminamos detrás de ella e inmediatamente nuestros ojos se fijaron en esas increíbles nalgotas que el exiguo pantaloncito apenas podía contener: parte de los macizos cachetes se escapaban por debajo de la tela y el resto parecía que la iba a reventar durante el bamboleo que originaba sus pasos contoneados. Ella sabía muy bien que nuestras miradas estaban ...
    ... concentradas en su terrible ojete y lo movía de un lado a otro de manera más que elocuente. Una diminuta tanga bien metida en el orto se le divisaba tras la delgada tela del short.
    
    Terminamos la breve persecución con los ojos desorbitados, la lengua afuera y la verga como garrote, haciendo un enorme esfuerzo para disimular nuestra conmoción. Me puse en los zapatos de los pobres hijos: tener que ver eso todo el día, todos los días… ¡Qué tortura! ¡Deliciosa!
    
    De lado opuesto a la cocina estaba la bulliciosa sala; parecía que allí había unos cuantos disfrutando del partido.
    
    –¡Qué quilombo que tienen ahí! –exclamó el Misil volviendo su cabeza en dirección del bullicio.
    
    –¡Sí!... El famoso partido ese… –dijo la milf mientras revisaba el pedido– Me tiene harta. Mi marido y mis hijos se ponen como estúpidos; parece como si yo no existiera, ni me miran –el Misil me guiñó un ojo en señal de confirmación de su teoría– ¡falta el salchichón! –exclamó la fémina interrumpiéndose.
    
    –Estoy seguro de que lo agregué en el paquete –me apresuré a responder.
    
    En ese momento el Misil se me acercó y me dijo al oído:
    
    –Nene, quedate ahí afuera y vigilá. Si alguien viene para la cocina prendé una alarma.
    
    Allí comprendí que había sido el pícaro cajero quien había hecho desaparecer el embutido, y creí adivinar el motivo. La confirmación de que estaba yo en lo cierto llegó apenas unos instantes después, cuando el Misil se acercó a la señora, se desprendió el pantalón y sacó la pija a tomar ...