Noche de bodas
Fecha: 31/01/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... cerrados, olvidándome de las pollas de los chicos. Me dejé caer y me encontré de cara con el coñito de Nuria. Lo besé como a una boca, abrazada a sus muslos, temblando y chillando, lamiendo el esperma caliente que rezumaba, clavándole los dedos. Culeaba empujándome hacia arriba, y me chillaba en el coño. Rodrigo había sacado su polla de mi coño y Nuria me lo comía.
Entonces se desató todo:
Adrián, entre los muslos de mi amiga, lubricaba su culo con un dedo, tomando para ello la lechita de Sancho que todavía rezumaba. Ella no parecía resistirse. Levanté la cabeza. Mientras acariciaba su coño con la mano, comencé a provocarle:
- ¡Rómpeselo… cabrón! ¿No te… atreves? ¡Rompele el culo!
Lo hizo de un golpe, con fuerza. La pobre chillaba y se retorcía bajo mi cuerpo. Frotaba su coño como si quisiera pelárselo. Salpicaba, la muy puta. Comenzó un mete y saca lento, y pareció serenarse. Una vez superado el dolor, parecía contenta. Seguía lamiéndome. Me tenía como una perra.
Carmelo seguía pelándosela, más deprisa quizás, no mucho más. Parecía hipnotizado. Cuando noté el dedo de Adrián jugando en mi culito, y supe que había llegado el momento.
- ¡Vamos, hijo de puta! ¡Clávamela!
Lo dije mirando a los ojos a mi marido, como con rabia. Casi lo grité. Nuria me tenía loca. Sus gemidos reververaban en mi coño, y el movimiento de su pubis, de sus caderas, sometida al bombeo en su culo, y al efecto de mis caricias en su coño, era lo más excitante que había sentido nunca. ...
... Le animé a romperme el culo deseando sentirla, deseando que mi marido lo viera.
- ¡Enseña a ese maricón lo que hace un hombre!
Seguía mirándome a los ojos con su sonrisa bobalicona. Ni se inmutó. Su mano mantenía el rítmico sube y baja. No parecía importarle.
Y entonces la sentí. La apoyó en la entrada, empujó, y su capullo se me coló entero. Fue como si me rompiera algo de verdad. Sentí un dolor intenso. Se me saltaban las lágrimas, pero apreté los dientes y aguanté. Cada centímetro que avanzaba, era como un quemarme, como una barra candente. Me destrozaba.
- ¿Te duele?
- ¡Síiiiiii!
- ¿Quieres que pare?
- ¡Rómpemelo, cabrón!
Empujó fuerte. Me sujetaba la cabeza en alto, obligándome a mirarle. Tenía que verlo. Tenía que ver el dolor en mi rostro, las lágrimas, la rabia. Seguía sin inmutarse.
Nuria pareció redoblar sus esfuerzos. Creo que se corría. Su cara se movía rápido. Mamaba mi clítoris, y me volvió loca. De repente, no me dolía. La combinación de aquellos dos estímulos simultáneos me desesperaba, me enloquecía.
- Gilipollas…
Casi lo vi entre lágrimas de placer y de dolor. Sancho, de pie ante mi marido, le insultaba. Carmelo le miraba a los ojos sin perder ni por un instante su sonrisa idiota. Seguía meneándosela. Agarrándole por el pelo, como con rabia, le obligó a abrir la boca y metió su polla en ella. Se la comía. Se la comía sin reparos. No parecía repugnarle en lo más mínimo. Se la mamaba sin dejar de pelársela.
- ¡Mari… cón…! ...