Noche de pasión en Lisboa (IV): Las tres gracias
Fecha: 08/02/2018,
Categorías:
Gays
Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos
... sólo, vuelvo a hojear el periódico, pero mi mente comienza a divagar y solo tengo los ojos posados sobre la hoja de papel. En realidad, en mi cabeza estoy dándole vueltas a lo que está ocurriendo en esta casa.
No soy un dechado de virtudes, pero hasta los criminales tienen unas reglas de conducta que no traspasan. Y yo tengo las mías. Ni mejores ni peores que las de los demás, pero son las que he ido acumulando y puliendo a lo largo de mi vida, y tampoco estoy dispuesto a traspasarlas. Ana María es presa fácil. En su cabeza (y solo en su cabeza) ha pasado de verme como un advenedizo a verme como un tipo duro, capaz de fajarse y reventar a un tipo más joven y más grande, defendiendo a su hermana. En contrapartida está casada con un hombre pusilánime que, para no ver afectados negativamente sus negocios, estaría dispuesto incluso a pasar por alto la ofensa a su familia. No es mi cuñada, ni tengo lazos familiares con ella. Solamente con dejarme llevar, sin hacer nada, estoy convencido que esta misma noche compartiría su cama. Pero está mi promesa a Amália, que aunque tampoco tenemos una relación oficial, es mi amiga. Y yo soy amigo de mis amigos, y mi palabra es sagrada. Además y aunque no lo había pensado conscientemente hasta hoy, mi relación con Amália se ha ido cimentando poco a poco. Sin darme cuenta he ido espaciando mi trato íntimo con otras amigas, y aunque no se lo he preguntado a ella, tengo la impresión de que ella también ha comenzado a guardarme alguna especie de ...
... ausencia. Pensándolo detenidamente, siempre que la llamo o estoy en Lisboa, está disponible para acompañarme, y cada vez con más frecuencia terminamos compartiendo la cama. El colofón ha sido este fin de semana. Es la primera vez que me hospedo en su casa. No lo había previsto, pero tal vez en unos años, cuando ninguno de los dos tengamos responsabilidades laborales, acabemos de alguna manera juntando soledades en el otoño de nuestras vidas. Es algo que, a no tardar mucho, debo aclarar con Amália. De momento he de salir de esta casa cuanto antes y dejar que se enfríen las cosas. Espero que a mi amiga le ilusione mi plan de vacaciones para esta semana.
Puestos en orden mis pensamientos y no teniendo otra cosa más interesante que hacer, se me ocurre ir hasta la cocina y preguntar que nos van a preparar para el almuerzo.
Cuando encuentro la cocina, entro y me encuentro con una mujer relativamente joven, de unos 40 años, no muy alta y con buena figura. Caderas rotundas y un pecho de tamaño mediano, tirando a grande. Sobre los hombros una cabeza coronada con una melena negra, y en la cara, de bonitos rasgos, dos ojos negros como carbones y unos labios hechos para el pecado. Por Dios… ¿es que en esta casa las menos agraciadas tienen prohibida la entrada?
—Buenos días —la saludo—m¿Es usted Marta, verdad?
—Buenos días. Sí, en efecto. Y usted es “Dom Alfredo” ¿no?
—Efectivamente. Dígame ¿Qué nos va a preparar para el almuerzo?
—Como “Dona Amália” me dijo que estaría ...