El secreto de Rita Culazzo
Fecha: 09/03/2018,
Categorías:
Grandes Relatos,
Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos
... sinuoso, y bastante desalineada. Siguió de largo sin emitir palabra, se dio un baño y se acostó a dormir, seguramente extenuada. Esta vez se puso una tanguita blanca, tan diminuta y enterrada en ese precioso orto –recién cogido– como la de la noche anterior.
En tanto para mí, pasar una noche más en esa casa fue un verdadero calvario. En vez de disfrutar del culo mi vieja, como había planeado desde el principio, me la pasé vigilando para que no lo disfrutaran los demás. Dormí con un ojo abierto. A cada rato recibíamos visitantes que venían a mirarle el orto. Parecía un desfile. Se iba uno y aparecía otro. Hasta a mi abuelo lo vi espiando en la entrada de la habitación, lo cual confirmó la teoría de mi tía.
El flap flap característico de las jaladas de pija de mis señores parientes se hizo tan frecuente como insoportable. Y fue así toda la noche. Yo trataba de controlar que el ostentoso ojete de mi progenitora estuviera lo menos a la vista posible. Pero, en el ajetreo del sueño, a cada rato la portentosa hembra se destapaba dejando su culazo expuesto a los ojos pervertidos que rondaban la habitación como buitres.
Apenas ella se destapaba yo corría a cubrirle el culo con la sábana. Pero a veces me dormía y cuando despertaba tenía a mi vieja con el ojete al aire, con tan solo una tirita blanca bien incrustada entre sus enormes cachetes, y a algún primo masturbándose en nuestras narices. A veces más de uno. Para colmo todos bien dotados. Era toda una familia de ...
... pijudos.
En una oportunidad me desperté y encontré a mi tía (la que el día anterior la había espiado de cerca) arrodillada a los pies de la cama de mi vieja, lamiéndole las nalgas con desesperado entusiasmo. Pude ver como la zorra tomaba la precaución de recorrer con su lengua toda la superficie de las nalgas de mamá, tratando de que no le quedara ni un pedacito de carne sin degustar. Después se las agarraba fuerte con sus manos y se las llenaba de besitos, y le hundía la cara en la raya. Tuve que pellizcarme para comprobar que no estaba soñando.
Pensé que la atracción que generaba ese culo perfecto era tan fuerte que se hacía irresistible para cualquiera y provocaba la violación de cualquier barrera moral por parte de sus víctimas, las cuales éramos atraídas como moscas completamente hipnotizadas. No nos importaba el carácter inmoral del acto, ni que se tratara de nuestra propia madre, hija, hermana o tía, ni que pudiesen descubrirnos, ni que otro ya estuviera espiando, no nos importaba nada.
El domingo de mañana me levanté temprano y, antes de que mi madre despertara, me dispuse a limpiar las viscosas humedades que mis parientes habían dejado por toda la habitación. Una por una, las fui eliminando del piso y de la cama. Por suerte el cuerpo de mi vieja no presentaba rastros blanquecinos; es que si alguno le había acabado en el ojete, seguro que mi tía ya se había encargado de limpiarlo.
A media tarde emprendimos la vuelta a casa, no sin antes participar de un gran show de ...