1. Choque Térmico (Caliente).


    Fecha: 14/03/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... conseguido dar un par de pasos fuera del baño.
    
    —Vaya que si eres cruel, muchacha... ¿Te estás divirtiendo?
    
    —Un poco, sí... ¡Ja, ja, ja!...
    
    Iniciamos una conversación teniendo la puerta de mi habitación como barrera. Trató de convencerme de que le abriera y volvió a apelar a lo injusta que estaba siendo con él. Después de algunos minutos, convencida de que tenía la razón en lo que me decía, le abrí la puerta. Sin embargo, no le hizo ninguna gracia verme ya completamente vestida y lista para salir.
    
    —¿Y ahora a dónde vas?, ¿me vas a dejar así?
    
    —Ande, Señor Pozos, no sea usted enojón. Acompáñeme, lo invito a almorzar.
    
    Se mostró bastante reticente ante mi propuesta, evidentemente él tenía hambre de otra cosa y lo frustraba el tener que postergar ese apetito para satisfacer otro.
    
    —No sea malito, Señor Pozos, recuerde que lo bueno, si se hace esperar resultará doblemente bueno —susurré a su oído mientras una de mis manos se deslizaba entre sus piernas, acariciando su incipiente erección—. Además, en el camino se le terminará de secar esa humedad.
    
    A regañadientes y ante la incierta promesa de que volviendo le obsequiaría algo inolvidable, me llevé al Señor Pozos a almorzar a una fonda que quedaba a unas cuantas cuadras de distancia. Solía frecuentarla por su limpieza y por el buen sazón de la dueña que además era de lo más simpática.
    
    —¿Y quién es este joven tan guapo que la acompaña hoy, señorita? —Preguntaba divertida la dueña de la fonda— No me diga que ...
    ... es su novio...
    
    —Ay, hágamela buena, doña... Para nada, este joven tan guapo es mi abuelito que vino a visitarme por las vacaciones de Navidad.
    
    Apoyé mi aseveración dándole un beso en la mejilla al Señor Pozos y aprovechando que el mantel de la mesa nos mantenía a salvo de miradas extrañas, comencé a acariciar su muslo, peligrosamente cerca de su entrepierna.
    
    —Fíjese que mi abuelo se pasó un poco de copas anoche y ahorita trae una resaca que no puede ni con su alma... ¿Tiene algo que le pueda ayudar a curársela?
    
    —Claro que sí... Señor, le recomiendo que se coma un caldito de camarón... Le aseguro que con eso se va a alivianar...
    
    —Pues que sean dos, señora.
    
    El semblante del Señor Pozos fue cambiando mientras saboreábamos nuestro caldo de camarón.
    
    —Este caldo está delicioso, y no solamente me va a curar la cruda, mucho me temo que también me va a poner un tanto “venenosillo”...
    
    —Eso lo tengo que comprobar —dije coqueta al tiempo que mi mano traviesa se aventuraba más allá de sus muslos, tratando de constatar la aseveración del Señor Pozos, quien miraba vigilante al rededor, esperando que nadie se diera cuenta de mi “travesurilla”.
    
    —¿Y bien? —preguntaba por el resultado de mi exploración.
    
    —Pues, “venenosillo” no me consta; pero “venosillo” si que se siente.
    
    El resto del almuerzo seguimos enfrascados en una charla intrascendente que giraba en torno a indirectas de lo que esperábamos que sucediera un poco más tarde. Por supuesto que yo estuve todo el ...
«12...678...17»