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El ascensor
Fecha: 28/03/2018, Categorías: Anal Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... todo el “peso” de la situación. Tendré que ayudarte- La atrajo suavemente hacia él hasta que la espalda de Susana descansó sobre su pecho. Al descansar los brazos esta vez ni se molestó en disimular el suspiro de alivio. El siguió con el suave masaje en los brazos y reanudó la charla casual. - ¿Puedes acércate un poco? Te masajearía con más comodidad- Estaba desconcertada. No era esa la situación que había planeado y no sabía bien que estaba pasando. De repente tenía las manos de él sobre su cuerpo arriba y abajo de sus hombros y cada vez más cerca de sus tetas y en respuesta a su petición se había acercado de manera automática. El espacio no daba para más y su culo se topó con la erección de él. Debía estar totalmente empalmado porque notaba la erección más en la parte baja de su espalda que en su culo. Ella se paró en seco, pero él continuaba con la charla como si tal cosa. Si llevaba así todo ese rato ya podía dar por bien cumplida su venganza. Su vecino saldría del ascensor con un dolor de huevos olímpico. Éste seguía hablando como si tal cosa, pese a que era imposible que no hubiera notado el nuevo contacto entre los dos. Sus manos bajaron de sus hombros hasta sus brazos y continuaron masajeando sus bíceps. - Tienes una musculatura impresionante. Eres una auténtica amazona. - Además de la natación practico muchos más deportes. En mi trabajo conviene estar en forma. - Ya veo, ya. Sus manos rodeaban y amasaban sus brazos y con el dorso rozaba levemente el ...
... costado de sus tetas. Nada sexual en ello, sólo una consecuencia del masaje- Se dijo Susana- Pero el roce continuo había vuelto a empitonar sus pezones y cada roce la excitaba más y más. Los pechos siempre habían sido una de sus partes más erógenas y sólo con sus caricias había llegado alguna vez al orgasmo. Su vecino parecía intuir a la perfección hasta donde llegar con su masaje sin traspasar la frontera de lo permitido y convertir aquello en un total magreo. Pero en esa posición toda la parte delantera de su cuerpo estaba a su total disposición y ella permitió que él continuara con su exploración. Sus manos recorrieron sus abdominales, sus costados y bajaron hasta sus muslos que fueron acariciados primero y amasados después con contundencia. Mientras que sus dedos abarcaban la parte externa los pulgares apretaban suavemente la parte interna de los muslos acercándose peligrosamente a su sexo. Su tanga estaba empapado y no precisamente sólo de sudor. Cuando creía que ese roce la iba a volver loca. El repentinamente llevó sus manos a sus tetas para abarcarlas, al menos todo lo que podían abarcar. Al mismo tiempo la besó en el cuello y la mordió suavemente. El ataque fue tan repentino que lo único que pudo hacer fue gemir de placer y sorpresa. Un pensamiento fugaz cruzó su mente –Napoleón tenía razón: el que ataca primero ataca dos veces- Bueno, le dejaré jugar un poco y luego cortaré esto- En ese momento él la elevó suavemente. Lo justo para que su culo se despegara del ...