1. De cómo los temblores de tierra me unieron a mi hermana


    Fecha: 30/03/2018, Categorías: Gays Autor: cifrada regalo, Fuente: CuentoRelatos

    ... cuando ya todo había terminado.
    
    Llegué a la casa y mi hermana corrió hacia mí para casi colgarse de mi cuello. Me dijo que estaba muy preocupada porque no contestaba sus llamadas. Le comenté que había hablado con nuestra madre y que me había pedido que estuviera con ella para acompañarla. Mi hermana se rio, desconectándose un poco de su nerviosismo. Después de todo volvimos a la relativa normalidad, durmiendo en la misma cama y compartiendo la misma habitación. Aquella noche yo estaba muy cansado y mi hermana al verme a punto de dormir tuvo por iniciativa acercarse a mi oído y decirme que me amaba, con un susurro que me hizo sentir escalofríos. Luego, no desperté sino hasta la mañana siguiente; ese día era sábado.
    
    Salimos a pasear un rato por el parque de la colonia. Compramos un helado para los dos, y cuando mi hermana lamía un poco yo buscaba traviesamente lamer de donde ella lo había hecho. Ella se percató y me dijo «¡Eres un cerdo!» Entonces me acerqué a la comisura derecha de sus labios y retiré el residuo de helado que tenía, ello para demostrarle que podía llegar a ser aún más cerdo. Eso fue el detonante de sensaciones inéditas: mi hermana se quedó como petrificada y yo, queriendo hacer que reaccionara, la dirigí a una banca para que tomáramos asiento. Ella estaba cabizbaja y con el rostro enrojecido como un jitomate. Traté de excusarme, de pedir perdón, pero nada surtía resultado hasta que ella se acercó a la comisura de mis labios y llevó a cabo la misma ...
    ... travesura que yo. No soporté sentirla tan cerca sin hacer nada, y la atraje hacia mí tomándola del cuello. Comenzamos a besarnos los labios, poco a poco abriendo nuestras bocas para juguetear con nuestras lenguas.
    
    «¡Dios mío!», exclamé. Mi hermana parecía espantada, pues su rostro había pasado del rojo al pálido en un segundo y le dije «¡El helado!» Entonces se rio. Botamos el cono dentro de un cubo de basura y nos dirigimos a su casa tomados de la mano y mirándonos con ojos de alegría y exagerado contento y nerviosismo, como si estuviéramos viviendo un terremoto más, con la diferencia de que éste no destrozaría los edificios de la ciudad, sino posiblemente nuestros corazones. Cuando entramos casi por instinto a nuestra habitación, ella estaba retirándome la playera, yo desabotonando su blusa y una vez desnudos por completo nos dimos besos y caricias, chupetones y pellizcos, y nos desternillábamos de la risa porque ambos éramos muy cosquilludos y no soportábamos el roce inesperado de nuestras pieles. Luego de tocarla en su zona íntima y notarla húmeda, y de ella andar curioseando mi miembro con sus delgados dedos, me dirigí a introducirme en ella. Mi hermana no retiraba sus ojos de encima mío, y parecía que algo me suplicaba, no sabía si trataba de decirme que lo hiciera o que no lo hiciera.
    
    Una vez dentro me contuve por unos segundos porque deseaba disfrutar esa calidez y humedad que nunca en mi vida había percibido. Luego las manos de mi hermana me tomaron de los glúteos ...
«1...3456»