1. Una esclava inesperada - Reencuentro fugaz I


    Fecha: 12/04/2018, Categorías: Incesto Autor: Cold_P, Fuente: CuentoRelatos

    ... obedezco.
    
    Posiblemente muchos pensarán que soy débil y un cursi, pero el verla ahí, tan dispuesta a satisfacerme y a recibir lo que yo tenía para ella… me hizo llorar, aunque, brevemente. Ella sonrió al ver mis lágrimas. Noté que iba a decir algo y la hice callar con un movimiento de mi mano. Me deshice de mi bóxer y mi verga saltó al momento. Estaba a reventar. Sus ojos brillaron de deseo, pero se quedó parada esperando.
    
    A sabiendas que el tiempo era corto, no dejé que los recuerdos apagaran mis ganas y mi amor, que en instantes iba a demostrar. “Quítate el vestido” le ordené y ella lo hizo en un momento, dejándome ver sus pechos, nuevamente. Eran inmensos y muy hermosos. Los amasé al instante que el vestido caía al suelo. Apreté con fuerza, pellizqué con saña y le solté dos tremendos cachetes a cada uno.
    
    Ella soportó como lo hizo siempre. Me separé para verla y ella se sonrojó. “Sé que no soy la de antes, pero soy enteramente tuya”. Aquel vientre semi plano, se había transformado en una evidente panza. Se veían marcas de las estrías de su embarazo y grasa se acumulaba formando grandes lonjas a la altura de la cadera e inexistente cintura. Los muslos, por otra parte, estaban más gordos y macizos, al igual que todas sus piernas.
    
    Quizá para algunos, aquella visión hubiera menguado el deseo; sin embargo, para mí era la mujer más hermosa y con mejores proporciones de todo el mundo. Jamás me ha importado el estado físico de una mujer. Y lo que ella significaba para ...
    ... mí, junto con nuestra historia y lo que habíamos compartido, la hacían la mujer más deseable para mis ojos. No voltearía la vista hacia alguien más, por bien que estuviera.
    
    “Eres simplemente perfecta” dije “no hay mujer más hermosa que tu”. Ella lo negó e intentó tapar su gordura con sus manos. Me acerqué a ella y le solté una cachetada brutal. Mi mano quedó marcada en su mejilla. Cuando se recuperó repetí la jugada pero infringí toda la fuerza que me fue posible. “Eres la mujer más hermosa” sentencié. “¡Dilo zorra!” y como no decía nada, le solté otra cachetada con igual fuerza en su otra mejilla. “¡Quiero escucharlo de tus labios, maldita puta! Di que eres hermosa… porque lo eres” Ella me miró a los ojos y pudo observar la furia y pasión con que proclamaba aquella verdad. Sonrió sincera, pero no dijo nada. “¡Dilo!” y le solté otra cachetada con fuerza desmedida. Al volver su cara, solté otra. Fueron seis los golpes que recibió aquel hermoso rostro antes de que, con hilo en la voz, dijera lo que le ordenaba.
    
    En cuanto lo dijo la besé con pasión y aprisioné sus pechos con fuerza desmedida. Cuando terminé de besarla, volví a golpearla en el rostro, por el simple gusto de hacerlo y ella me sonrió. “Dilo de nuevo” le ordené y ella así lo hizo. Satisfecho de aquello, le ordené un oral. No había terminado la frase cuando ella ya estaba mamando afanosamente mi instrumento.
    
    Vaya que extrañaba aquella boca. Nadie (y he estado con muchas mujeres) me ha dado una felación como ...
«12...456...»