1. El recepcionista del turno de noche del hostal


    Fecha: 13/04/2018, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... que he decidido es que, aunque me dé permiso para acordarme de mi ex cuando quiera, también puedo dejar de hacerlo a voluntad. Hay momentos que son míos y en los que no tiene que estar: ni siquiera en el recuerdo. Yo decido qué momentos son esos. Y, este, evidentemente, lo era.
    
    Cerré los ojos y abrí las manos para abarcar, sin apretar, todo el cachete del culo que fuera posible con cada una. Empecé a mover las manos con tanta suavidad que las yemas de los dedos no se movían de su sitio y, conforme identifiqué el tacto de su piel, empecé a recorrer su cuerpo con detenimiento para conocerla.
    
    Primero le recorrí los muslos: hacia las rodillas y, posteriormente, de nuevo hacia la cintura. Abrí las manos al pasar por ella, sosteniéndola por cada lado, y estirando los dedos para sentir su contorno. Era un vientre espectacular y una espalda tan firme como suave.
    
    Continué ascendiendo lentamente las manos y, al hacerlo, Leticia se cruzó los brazos en la nuca y sacó el pecho al frente. Los rodeé con las palmas y volví a bajar hacia el vientre por el contorno de su espalda para repetir de nuevo el movimiento ascendente. Le acaricié las tetas con un par de movimientos circulares de manos y, acto seguido, las manos continuaron subiendo para llegarle hasta el cuello. La sujeté por la nuca y Leticia bajó sus brazos dejándolos caer hacia atrás y separando su tronco del mío. Comenzó a mover las caderas y me cabalgó cuatro o cinco veces mirándome a los ojos. Finalmente, con la mano ...
    ... que tenía en la nuca, le cogí la base del cráneo, metiendo los dedos entre su pelo, y la fui acercando para besarnos en la boca.
    
    La intensidad del muerdo que comenzamos a darnos en ese momento se extendió pronto al resto de nuestros cuerpos.
    
    La trinqué del culo con la otra mano y empecé a darle pollazos mientras que ella comenzaba a cabalgarme de nuevo. Comenzamos con frenesí, como locos. Y así estuvimos no más de treinta segundos. Aquello era un desfiladero con orgasmo al fondo y no queríamos caernos. Así que nos detuvimos y volvimos a buscar la calma con una profunda clavada.
    
    Sentada encima mía, con su frente contra mi frente y su melena cayendo y tapando nuestras caras y nuestras bocas jadeantes, me dijo:
    
    - Seguro que, a poco que pienses, se te ocurre algún del hotel en el que seguir... Llévame.
    
    No me preguntéis por qué pero, lo primero que se me vino a la cabeza, fue sentarla y abrirla de piernas sobre el escurridor de aluminio de los fregaderos de la cocina. Tenía la altura perfecta para ensartarla de pie. Así que, conforme hice el gesto de querer levantarme de la silla, Leticia me descabalgo y, al echar a seguirme, me cogió de la mano. Me encantó ese detalle.
    
    Salimos desnudos de la terraza y dejé allí mir ropa. Cruzamos el hall y, desde el comedor, accedimos a la cocina. Encendí las luces, la senté y, justo después de morderse el labio por la impresión al sentir contra el culo el frío del aluminio, volvió a mordérselo cuando, poquito a poco, volví a ...
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