1. El recepcionista del turno de noche del hostal


    Fecha: 13/04/2018, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... tampoco me preocuparía más de lo necesario. Y, las explicaciones a mis jefes... Soy transparente. Les contaría lo que os estoy contando.
    
    No sabía cuál era su habitación. Es una de las cosas malas del turno de noche. Que, como los clientes hacen la entrada (o “check in”) antes de que llegues, desde recepción les ves entrar, pero no sabes a dónde van. Solo te enteras de algunas por conversaciones o situaciones fortuitas. Con Leticia no se había dado el caso.
    
    Era ir a ver que me encontraba, o no ir y punto. Con las ganas que tenía yo de ir...
    
    No hizo falta. Apareció ella saliendo a la terraza desde la oscuridad de su pasillo.
    
    Me hizo un gesto con la cabeza para que la acompañara. Venía con un par de latas de cerveza en la mano y un pequeño bolsito que llevaba cruzado, con una correa fina que iba del hombro a la correa y que apenas tenía el tamaño de una tabaquera, y que bajaba del hombro a la cadera. Se sentó en la misma mesa, pero en mi silla: de espaldas a su pasillo y de frente a mí.
    
    - Vamos -insistió haciéndome también el correspondiente gesto con la mano.
    
    Tenía que salir.
    
    - ¿Pero qué haces? No debes...
    
    - Sigo sin pillar el sueño y, puesto que no me puede ser mañana, me ha apetecido hacerme ahora un ratico de Barronal contigo.
    
    Me hizo gracia, me ilusionó, me hizo sonreír y también llorar... Ya os he dicho antes que, en esta fase de la reconstrucción, los sentimientos están desbocados. Me sentía tan afortunado como nostálgico. Era un momento ...
    ... delicado.
    
    Me abandoné al destino. Era lo que tocaba. Ya me sentía suficientemente afortunado con el verano que llevaba de playa, paz y vida, el trabajo que había hecho y el dinero que había ahorrado como para no darme cuenta de que, en realidad, me estaban llegando mis recompensas. Leticia también lo era y, si aparecía, tal vez era porque me lo merecía.
    
    Me puse cachondo, pero se controla. Afortunadamente se controla. Así que, después de asumir que, aún siendo posible, era poco probable que apareciera el único cliente que haría falta para arruinarme el trabajo, me desnudé y me senté con ella a la mesa, de espaldas a la puerta del hostal. Puerta que, desde hacía un buen rato, estaba echada con llave. El único peligro que podía acecharnos, estaba de puertas para adentro.
    
    Abrió el bolsito y sacó, curiosamente, una tabaquera. Dentro llevaba lo necesario para liarse un canuto. Me miró y le di permiso. Total, con que nos pillaran desnudos era suficiente para tener problemas: sumarle un porro ya era lo de menos.
    
    - Barronal a mí también me pone cachonda -me dijo.
    
    Y era lo último que me esperaba escuchar.
    
    - No solo te hemos observado cuando mirabas al horizonte -dijo a continuación-. Las mellizas te han traído loco todo el santo día...
    
    ¡Ay! ¡Las mellizas! ¡Qué mellizas! Dos adolescentes de melena larga y rubia, guapas y con el cuerpo delgadito y preparado para adoptar su morfología adulta. Lindísimas, felices... Sí, aquellas dos chiquillas me provocaron muy buenas ...
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