«ÉL»
Fecha: 26/04/2018,
Categorías:
Masturbación
Autor: Yolinda, Fuente: SexoSinTabues
... Sintiéndome satisfecho, henchido de orgullo, me dirigí de vuelta al salón. Mi palomita me esperaba. El dolor de cabeza había desaparecido, los últimos vestigios del desasosegante sueño, también. ¡La vida todavía me sonreía! Entonces, les vi. Me detuve, incrédulo. Contuve el aliento. ¿Cómo era eso posible? ¿Cómo podía ser que ÉL estuviese aquí? ¿POR QUÉ? Una vertiginosa sensación de angustia me recorrió el cuerpo. Un nudo de terror me oprimió el alma misma, me convulsionó el estómago, subió por mi garganta y atenazó con sus garras mis cuerdas vocales. Un grito desesperado emergía desde mis entrañas pero moría asfixiado, seccionado, castrado, cortado de raíz y desechado por ese nudo que era el terror mismo en estado puro. De espaldas a mí, ella concentraba su atención en ÉL. Le acariciaba de arriba abajo, disfrutando de su textura, de sus contornos. Enloquecido, me acerqué a ella y le arrebaté aquello que miraba tan fascinada y que sostenía en su delicada mano. No dudé en retorcérsela, pues la muy bruja no consentía en soltarlo. Ignoré sus gritos, sus quejas; lo ignoré todo, salvo a ÉL. Salí al balcón atropelladamente y le arrojé a la puta calle. Durante esa acción, surgió de mi obstruida garganta (al fin) un rugido más animal que humano. Era el rugido del triunfo. Una mueca de satisfacción se expandió por todo mi rostro. ...
... ¡Me había librado de ÉL! Miré abajo. Había caído en medio de la acera, donde una vieja paseaba con su perro. El chucho acercó su hocico, olisqueando aquello. Me regodeé viéndole ahí, rechazado, inútil, humillado, vencido. ¡Ahora ÉL comprendería lo que era sentirse relegado y abandonado, como yo lo sentí! Di gracias a Dios y a todos los santos (aunque no creía en ellos) por haberme concedido semejante sueño profético, pues el sueño me reveló a tiempo lo que sucedería si ÉL llegaba a entrar en mi casa. --------------------------------------------------- Ella estaba atónita. No alcanzaba a entender qué había pasado. Además de perpleja, se sentía dolida por semejante reacción. Nerviosa, no dejaba de frotarse la mano lastimada. En fin, otro hombre que la decepcionaba. Sobre la mesa, ante ella, había quedado abierta la caja de su flamante adquisición. En letras grandes, anunciaba: “El mejor amigo de la mujer”. Debajo, en letra más pequeña, se describían las cualidades del artilugio: “Tres velocidades, fundas intercambiables y complemento opcional rotatorio. Bolas chinas y consolador anal tailandés incluidos en este pack”. En la calle, la vieja apartó al perro de un empellón. ¿Qué sería eso que estaba olisqueando? Se agachó, observó, comprendió y, sin pensárselo dos veces, agarró el vibrador y se lo guardó en la bolsa del pan.