La profesora de autoescuela
Fecha: 30/04/2018,
Categorías:
Masturbación
Autor: bimont, Fuente: CuentoRelatos
... succione con fuerza su clítoris y mi dedo se deslizo dentro de su ano, un grito salió de su boca cuando mi dedo entrando y saliendo, marcaba un ritmo constante. Mi cara se clavó en su sexo empapado, mi lengua dibujaba círculos alrededor de su clítoris, y un dedo en el interior de su ano. Esa combinación hizo que su cuerpo se tensará y el comienzo de una serie de espasmos que fueron el inicio de un orgasmo brutal que acabo con mi cara empapada de sus flujos.
Al cabo de unos minutos recupero la respiración, me senté a su lado y mirándome a los ojos: —Me has dado el mejor sexo oral de mi vida. Dijo, con cara de vicio.
—Ahora date la vuelta y ponte a cuatro patas —le indico Adela
Al tener atadas las muñecas con cierto impedimento se fue colocando, los brazos estirados hacia delante y la cabeza entre ellos, su generoso culo le quedaba en pompa, los muslos separados, espectacular la visión expuesta entre ellos. Temblaba quizás por los nervios ó porque a medida que ella se acercaba, le enseñaba lo que llevaba en la mano.
—Esto es un flogger —le enseñaba un látigo de cuero con muchas colas. Cara de asustada, yo sabiendo de ello.
—No te asustes, relájate —justo en el momento que las colas del látigo se deslizaban por su espalda y golpeaban sus nalgas. Golpeó enérgicamente pero sin dureza un par de veces más.
—Fácil. No voy a hacerte daño... aún —Arrastró las tiras por sus muslos, esta vez un poco más fuerte le hizo exclamar— ...
... ¡Oh , Dios! —medio jadeo, respiración entrecortada.
—Es una pregunta simple ¿quieres jugar a nuestros juegos?
—Sííí... —Su voz se quebró con la palabra, aguda y nerviosa.
—¿Quieres que los ponga en practica?
—Oh, joder, sí.
Las cintas del flogger continuaron la suave caricia de sus muslos mientras hablaba, ahora los pasaba deliberadamente sobre su coño, a través de los hinchados labios y la humedad que se acumulaba de nuevo allí. Jadeaba y se movía, separando más sus piernas, era una invitación al control, a su sumisión.
—¿La haremos suplicar por eso? —susurró perversamente.
—Yo quiero... no sé... lo quiero —En aquel momento aceptaba su rendición.
—Es lo que pensaba, levanta ese culo —La sonrisa de Adela fue breve pero llena de satisfacción.
Le exigimos y ella obedeció, sin inhibiciones y sin privarnos de nada, aceptó totalmente la sumisión y el juego fue extremo. La noche se llenó de lujuria, de relación pecaminosa y ella como novata dejándose hacer, hasta que nos quedamos tiradas, sudorosas, saciadas. Sin duda, el sexo es un gran juego y nosotras unas ávidas jugadoras. Aquel fin de semana se prolongó hasta media semana. De momento no admitió en voz alta que le gustaba, pero entendió que tenía tendencias sumisas y su necesidad de equilibrarse en el filo del dolor y el placer. Aceptó en expandir los horizontes de sumisión, en sus idas y venidas con la excusa de la venta del piso, los encuentros se repitieron.