1. Yo no quería ser "putita"


    Fecha: 13/05/2018, Categorías: Incesto Autor: Vanessa0022, Fuente: SexoSinTabues

    ... No te enojes. Sé una buena zorrita y sigue chupándomela. --Te dije que no me dijeras así. No uses esas palabras conmigo. Me levanté del piso y le dije que saliera de mi habitación. --Perdón, ya. Tú sigue, bebé. Ya no te diré así. --No, ya no quiero. Se me quitaron las ganas. Vete. --¡Qué hija de puta eres! ¿Cómo me dejas así? Se salió enfadado de mi habitación y yo me quedé de la misma manera. Pasaron varios días en los que evitábamos hablarnos. No me despedía de él cuando me dejaba en la escuela. Tampoco él me preguntaba por mi día. Yo la pasaba mal. Una noche, por fin, intenté tocarme mi entrepierna. Pero no sentía nada. Nada. Me acariciaba los senos, pero no quería pensar en él. ¡Qué ridícula! No quería ni dirigirle mis pensamientos. Y si no pensaba en él, no pasaba nada con mi cuerpo. Un viernes, los niños se quedaron dormidos en la sala viendo televisión, como de costumbre. Él no estaba en la sala porque no queríamos vernos. Fui a su habitación a decirle que los niños ya dormían para que los llevara a sus respectivas habitaciones. Pero antes de decir yo algo, habló él. --Te extraño, Vane. --Yo a ti. --Ven, siéntate a mi lado. Me besó los labios. Yo me estremecí. Tenía su mano en mi mejilla y la fue bajando, acariciando mi cuello, mi pecho. Cuando llegó a mis senos, los apretó encima de mi blusa. Mi respiración se aceleró. Puso su mano en mi pierna y me fue empujando despacio con su cuerpo para que me recostara en la cama. Seguía besándome. Yo dejé de pensar por ...
    ... completo. Me sentía en las nubes. Subió su mano a mi entrepierna y yo intenté quitarla. Me separé de ese beso largo para decirle que no. Pero su mano se mantuvo firme, posada encima de mi sexo. --No lo arruines otra vez, Vane. Déjate llevar. Yo quiero que tú también aprendas a disfrutar. Con besos y caricias, me despojó de mi ropa. Me quedé solo en bragas. Él seguía tocándome el sexo. --Estás muy mojada, estás empapando las braguitas. Al oír eso, sentí pena por un instante y cerré mis piernas. Él volvió a abrirlas un poco, algo brusco, pero su voz era dulce. --No las cierres, preciosa. Sé que te está gustando. Ábrelas más. Yo le hice caso. Su boca iba de mis labios a mi cuello, a mis oídos cuando tenía algo que decir. De pronto, bajó su boca a mis pechos. Yo intenté cubrirme con mis brazos y volví a cerrar las piernas. --¿No te está gustando? --Sí, mucho. --Entonces, ¿qué sucede? --Tengo miedo. --¿De qué? --De que me duela, de quedar embarazada, de todo. --No, no tengas miedo. No te voy a penetrar si no quieres. --¿Seguro? --Claro. Tenme confianza. No puse más resistencia. Me llevó a lo más alto del mundo, lo más increíble que había sentido hasta entonces. Solo con su boca entre mis senos y sus dedos en mi sexo. No introdujo sus dedos, solamente acariciaba encima, mi entradita y mi clítoris. Me regaló dos orgasmos increíbles. Uno tras otro. Yo grité, olvidando que los niños dormían en la sala, que la puerta estaba abierta. --¿Quieres que siga? --No. --¿Por qué, Vane? --Ya no. Ya me ...
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