La historia de Claudia (18)
Fecha: 24/05/2018,
Categorías:
Incesto
Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos
... el mecanismo y sus ojos ardientes se posaron en el dildo que vibraba prometedor de delicias.
—¡Vamos, perra! ¡Cogeme de una buena vez! –la urgió Inés. La cachorra, taladro en mano, miró esa concha depilada y se dijo que quizás al Ama le gustara una buena lamida antes de ser penetrada. Entonces se inclinó y besó esos labios inflamados por la excitación y brillando de flujo, para después entreabrirlos con los dedos y hundir entre ellos su lengua ávida, provocando en Inés un gemido de goce en medio de los jadeos que le arrancaba Claudia mamándole las tetas.
La luz tenue daba marco apropiado a la escena que tenía como protagonistas a esos tres cuerpos sudorosos que ondulando al ritmo del placer intenso que los encendía. Después de lamer un rato la concha empapada de su Ama, la cachorra encendió el vibrador y se lo hundió en el culo de un solo envión. El largo grito de Inés y sus convulsiones fueron como un estímulo que la impulsó a capturar con dos dedos el clítoris duro y erecto. Poco después, el Ama estalló en un orgasmo violento y prolongado que hizo gritar a Claudia como en un acto reflejo mientras la cachorra caía hacia delante con su boca manchada de flujos.
Ambas esclavas estaban tan calientes que sin pensarlo, mientras Inés jadeaba ya saciada a la espera de recuperarse, se lanzaron una hacia la otra para caer abrazadas a los pies de su Ama, besándose y acariciándose con desesperación.
—¡Sepárense ya mismo, grandísimas perras putas! –les gritó Inés al ...
... advertir lo que estaban haciendo. Superó con esfuerzo su agotamiento y mientras las esclavas se deshacían en súplicas y gritos abrió el placard, sacó dos cinturones largos y finos y dominando a golpes la resistencia de ambas hembras las ató por las muñecas al travesaño horizontal de la cabecera de la cama. Boca abajo y una junto a la otra.
Jadeando de furia ante tamaño indisciplina de sus perras, buscó un tercer cinturón, éste ancho y grueso, y se dispuso a castigarlas con toda la dureza que merecían.
Se paró entre ambas y azotó sus culos hasta dejárselos de color carmesí mientras las cubría de insultos y las pobres mezclaban ruegos con llantos y gritos desesperados. Pero el castigo no estaba concluido. En su perversidad, Inés había encontrado otra forma de martirio. Les liberó las manos mientras seguía insultándolas e hizo que se arrodillaran con la cara en el cobertor. Ambas lloraban a mares por la tensión nerviosa y el intenso ardor de sus nalgas. El Ama empuñó la máquina, sonrió con crueldad y les dijo:
—Van a aprender de una vez por todas que ni respirar pueden sin mi permiso, perras putas.
Accionó el vibrador y acomodándose entre las piernas de la cachorra le entreabrió los labios genitales con la otra mano y le hundió el pene artificial hasta el fondo. La esclavita corcoveó estremecida por esa sensación de goce que era como un bálsamo en medio de tanto sufrimiento. Sus gritos se transformaron en jadeos y gemidos en medio de esa marea de placer que la arrastraba ...