Todos se cogen a mi mujer
Fecha: 15/10/2021,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... veces a casa. Al principio se comportaba muy tímidamente. Respondía con monosílabos, y me miraba de reojo cada vez que me levantaba para servirle un vaso de agua, o para buscar cualquier otra cosa. A mi me daba mucha ternura su timidez exacerbada. Después de la tercera clase, cuando ya lo sentía con un poco mas de confianza, me tomaba unos minutos para preguntarle cosas ajenas a las matemáticas. Se puso como un tomate cuando le pregunté si tenía novia. imagínense si le preguntaba si era virgen.
Si bien venía hasta mi casa sólo, siempre pasaba a buscarlo su papá, que, dicho sea de paso, también me tenía mucha hambre. Todas estas cosas me daban mucha dulzura, y como todo en mi vida, este sutil cariño que empecé a sentir por él se degeneró hacia el lado sexual.
Empezó a obsesionarme la idea de si era virgen o no. Como ya saben, en mis encuentros sexuales no sólo pienso en mis fantasías personales. También me gusta cumplir los deseos de los hombres que me poseen. No hay nada que me resulte más placentero que ver el comportamiento de mis compañeros sexuales cuando hago en detalle, lo que ellos me ordenan. Estaba segura de que a Benito le volaría la cabeza debutar con su profesora de matemáticas. Sería una anécdota para contarle a sus nietos.
Empecé a seducirlo sutilmente. En general lo esperaba con mis vestidos, sobrios pero bonitos, o con una pollera y una blusa. Cuando entraba en casa, y caminábamos hasta la cocina, Benito siempre iba detrás de mí. Aproveché esa ...
... situación para jugar con él. Cambiaba bruscamente el ritmo de mis pasos, cosa que hacía que Benito, involuntariamente, chocara con mi cuerpo, haciendo contacto su pelvis con mis nalgas. Él se disculpaba, sonrojado. Y tomaba mayor distancia. Esto sucedió cuatro o cinco veces, y quizá el chico había entendido la indirecta, porque en una ocasión en que, de repente, disminuí la velocidad de mis pasos, me encontré con la cara externa de su mano, que rozó mis glúteos por unos instantes.
También tomé la costumbre de caminar de acá para allá, mientras él resolvía los ejercicios. Dejaba una estela de perfume a su alrededor. Y Benito, cada dos por tres, levantaba la vista del cuaderno, para mirarme arriba abajo. Nuestras miradas se cruzaban cada tanto. Él se ponía rojo y hundía la cara en elcuaderno. Pero como nunca lo reprendí por distraerse con mi figura, a medida que pasaban las semanas, me miraba con mayor obviedad, y hasta se animaba a sostenerme la mirada cuando yo “descubría” que me estaba observando.
Sin embargo, el tiempo pasaba, y no se había animado a hacer ni decir nada. Pero no lo culpaba. Apenas tenía dieciocho años y su inexperiencia era evidente.
El curso de ingreso llegó a su fin. Faltaba sólo una semana para que rinda el examen de, y yo estaba casi convencida de que no pasaría nada con él.
En las otras materias iba bien, pero en matemáticas, si bien había avanzado mucho, no estaba del todo seguro de si había alcanzado el nivel requerido. Los exámenes de ingreso ...