Todos se cogen a mi mujer
Fecha: 15/10/2021,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... cedido mi mujer ante ese tipo despreciable? Se me ocurrió que quizá me traicionaba con él incluso antes del altercado. Pero descarté esa posibilidad, ya que el título indicaba que cuando estuvo con él ya éramos “enemigos”.
Cliqué la pestaña donde estaba el relato.
9
Respiré hondo. La casa estaba silenciosa y oscura. Lo único que emanaba luz era mi computadora. Creo que era el ambiente adecuado para leer ese relato: rodeado de penumbras. Apenas leí la primera frase, quedé totalmente inmerso en la historia. Efectivamente, era el odioso Mario el responsable de que mi esposa haya escrito cuatro relatos en su honor. ¿Qué tenía de diferente de sus otros amantes? Pronto lo descubriría.
Sometida por el enemigo de mi esposo, parte 1
Al final mi vecino consiguió lo que tanto anhelaba. Siempre me dije, y también lo dije en algunos relatos, -ustedes están de testigos- que nunca me entregaría a alguien que no desease. Yo decido con quien me acuesto, y en qué momento cortar la relación. Pero a veces la vida te da sorpresas, y eso fue lo que me pasó antes de ayer.
Ya mencioné a Mario en otros relatos. Es un hombre que vive a unas cuadras de mi hogar. Siempre tengo que pasar por su casa cuando hago las compras del supermercado, y él siempre está en el patio delantero de su casa, tomando mate. Al principio sólo me miraba libidinosamente. Después empezó a saludarme. Yo le devolvía un corto “hola”, y continuaba mi camino mientras él me seguía con la mirada.
Pero desde hace ...
... un par de meses, se puso mas intenso. Me empezó a decir cosas como “que linda estás bebé”, y de a poco, se fue tomando mayores libertades. “Qué lindo te queda ese shortcito”, “Un día de estos te voy a invitar a salir”, “Mamaza, vos con esas curvas, y yo sin frenos”, y ese tipo de estupideces que no calientan a ninguna mujer.
Le quité el saludo, y cada vez que cruzaba por su casa, y escuchaba lo que me decía, fingía que no lo oía. Pero tampoco me molesté en cruzarme de vereda, o de cambiar de camino. Se entabló entre nosotros un juego morboso. Durante esos segundos en que yo pasaba frente a su casa, teníamos una intimidad única. Como saben, me gusta calentar a los hombres. Me gusta volverlos locos. Mario no me atraía ni un poquito, pero me gustaba que cada vez que me veía se volvía un primate descerebrado.
Pensé que él entendía el juego. Que sabia que lo nuestro no pasaba de un histeriqueo. Yo fingía ignorarlo, pero pasaba todos los días a recibir sus guarangadas. Pensé que, al ser un hombre mayor, y enorme como un ropero, entendía que una mujer como yo nunca se interesaría realmente por él. Pero estaba equivocada.
Ahora las frases eran del tipo “Que lindo vestido te pusiste, como me gustaría arrancártelo con los dientes”, “No sabés las cosas que te haría, putita”, “qué trolita divina sos”, y cosas por el estilo.
La cosa ya se me estaba yendo de las manos. Así que decidí, ahora sí, cruzarme de vereda. Pero Mario comenzó a pasear al perro a la hora en que yo pasaba ...