1. Todos se cogen a mi mujer


    Fecha: 15/10/2021, Categorías: Infidelidad Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... nalgas, y el top hacía lo mismo con mis tetas. La vestimenta generaba la sensación de desnudez, y el llamativo color de labios y ojos terminaban de lograr que mi apariencia fuese exageradamente llamativa. Si no fuese joven, y no tuviera todas las cosas en su lugar, me vería ridícula. Pero, al contrario, todos parecían encontrarme fascinante.
    
    El vigilante del edificio tardó en reconocerme, y cuando por fin me abrió la puerta dijo “que la pases bien”, con una sonrisa grotesca en su rostro.
    
    Si bien el vestuario era excesivo, no imaginé que me esperase una noche muy diferente a las otras. Mario me haría desnudarme despacito, me acariciaría por todas partes con sus manos callosas. Quizá me ordenaría que llame a Andrés mientras me manoseaba. Me metería la pija y los dedos por todas partes, y si estaba de buen humor, me practicaría un delicioso sexo oral. Me obligaría a tragarme su semen. Me pondría un cinturón en el cuello, atado con una cadena, y me haría gatear como una perrita por la casa, hasta que tuviera otra erección. Yo debería decirle que era su puta, su putita personal, su esclava, su sumisa.
    
    Mario me abrió la puerta. Me acarició el culo mientras entraba. Si bien el departamento estaba silencioso, sentí el denso humo de cigarrillo. Mario no fumaba.
    
    En la mesa del pequeño comedor, había tres hombres sentados alrededor. En el centro de la mesa, un maso de cartas.
    
    - Apa, apa, mirá la que se tenía guardada Marito. – dijo uno de ellos. Un flaco de ojos hundidos, ...
    ... con el pelo rubio pajoso, con algunas canas.
    
    - Les presento a mi putita. – dijo Mario.
    
    Todos tenían más de cuarenta años, y rozaban los cincuenta. Los otros dos eran un hombre de anteojos y pelo negro, bien corto, vestido con traje. Y el último era un musculoso, pero panzón, de remera negra, con aspecto de patovica.
    
    - Nunca estuve con tantos. – me quejé.
    
    Mario me acarició la mejilla con indulgencia.
    
    - Sólo vas a estar con los ganadores. -dijo.
    
    - ¿Qué?
    
    - Lo que escuchaste zorrita. – dijo el rubio de pelo pajoso.
    
    - Vení. – dijo Mario. – vamos a jugar un jueguito.
    
    - ¿Qué jueguito? – pregunté, intrigada y asustada.
    
    -Eso Mario, ¿Qué jueguito? – dijo el hombre de traje.
    
    - Muy simple. Vamos a tirar las cartas. El primero que saque un doce (un rey), tendrá derecho a una mamada de mi putita.
    
    Los otros tres festejaron como niños. Yo estaba parada al lado de Mario, que ya estaba sentado en uno de los extremos de la mesa. Ni siquiera se molestaron en darme un asiento.
    
    - Esperá Mario. Entonces al final va a estar con todos. -dijo el de traje. – ¡si los reyes son cuatro, y nosotros también!
    
    - Nada de eso. Sólo los primeros dos. Los otros se quedarán con las ganas de la mamada, y esperarán al siguiente juego.
    
    - Que tramposo Marito. - dijo el rubio. – A vos te la habrá chupado mil veces, y la podés tener cuando quieras, no deberías participar.
    
    - ¡Dejá de quejarte! ¿Cuándo vas a tener a una yegua así gratis?
    
    - Tiene razón Mario. – dijo el de ...
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