Tres días con mucha huella
Fecha: 28/11/2021,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Tita, Fuente: CuentoRelatos
... con la respiración agitada que suspendió cuando sintió que mi “perrito” lo exprimía y su pene salió flácido.
–¡El modelo está bello y funciona muy bien! –dije dándole un beso antes de levantarme después del segundo palo que fue igual de rico que el primero.
–¿A dónde vas? ¡Quédate conmigo! –suplicó.
–Me tengo que ir, soy casada –dije y su cara se entristeció–. ¡Eres formidable, gracias por esta noche! ¿Puedes pedirme un taxi?
Afortunadamente, ya estábamos vestidos cuando aparecieron los críos. “Ya nos vamos, otro día venimos”, dije tomando mi bolso al escuchar el claxon del taxi y me despedí con un beso a cada quien. Llegué a mi casa muy feliz de haber concluido ese día tan satisfecha.
Segundo día: Desde que llegó mi hermana, me arreglé para estar puntual en mi cita con Eduardo. Justamente al salir de la estación del metro, estaba Eduardo en su combi. Nuestras sonrisas se encontraron y me subí, dándole un beso antes de ponerme el cinturón de seguridad. Él, justo después de cambiar la velocidad, me acarició las piernas y subió la falda para ver mi pubis, verificando que no traía pantaletas, después subió su mano y me acarició el pecho, metiendo la mano por el escote, recorriéndola de pezón a pezón pues tampoco traía brasier, ambas prendas estaban en mi bolso, por si fuesen necesarias en algún momento. Así era como los tenía acostumbrados a Roberto y Eduardo cuando salía con alguno de ellos, a cambio de que ellos tampoco trajeran ropa interior.
–¡Qué rica ...
... está mi mujer! –me dijo Eduardo aún con la mano en mis chiches.
Llegamos a un parque cercano a esa estación y nos bajamos a caminar abrazados. Nos deteníamos con frecuencia para besarnos y, si no había alguien cera, meter las manos bajo las ropas holgadas. Ni qué decir que nuestras manos olían al sexo del otro pues nos mojábamos con las caricias y los besos. Atrás de una lomita nos sentamos a gozar de las caricias hasta que en un momento ya estaba él encima de mí penetrándome. Me retiré justo antes de que se asomara otra pareja por ahí, seguramente buscado también un refugio para amarse. Nos reímos cuando, de inmediato giraron para retirarse pues Eduardo traía el pene de fuera.
–¡Cada vez somos más cínicos en el amor, mi mujer! –exclamó sin dejar de sonreír.
–Sí, pero debemos ser recatados en público, me haces el amor cada vez que ves la oportunidad… –dije recordando que me lo metió en un teatro para niños, el cual estaba abarrotado, con mis hijos en la última fila, y nosotros, y otros padres, apretujados en la parte posterior de los asientos, cubiertos por la oscuridad de la sala.
–Es divino sentirte mía cada vez que puedo, dijo entrecerrando los párpados y volviendo a meter la mano bajo mi blusa. –sentí el calor de sus caricias y mi humedad escurriendo en la entrepierna.
–¿Te gustan mis tetas, aunque estén algo caídas? –le pregunté mientras seguía regodeándose al apretar mi carne.
–¿Caídas? ¡Sí, se caen de buenas! –contestó dándome un apretón más.
Seguimos ...