1. Beatriz y Carlos, casualidades.


    Fecha: 28/01/2022, Categorías: Anal Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... detrás. Ufffffffffffffff, que sensación más extraña y placentera, tremendamente placentera, extraño y misterioso sentir como salía del coño de una y entraba en el de la otra, como con la polla llena de los flujos de una entraba en el coño de la otra y así hasta llegar a sentir que jugabas a la ruleta rusa, no sabías quién recibiría el disparo de su verga con todo el cargador lleno de leche. Ufffffffffffffffffffff
    
    VIII.- ÉL- rezo.
    
    Serían algo más de las doce de la noche, llegué, con franqueza, agotado pero de igual forma tremendamente feliz por estar en mi casa, al lado de mi mujer. Cuando entré lo primero que me sorprendió fue el desorden que se adivinaba desde nada más cruzar la puerta. Dejé el ramo de flores sobre la mesa de la cocina y, tan sorprendido como anonadado, vi envases y restos de comida sin recoger y ropa tirada por el suelo, ropa de hombre y de mujer, ropa que identifiqué como suya y ropa que desconocía a quién pudiera pertenecer. Al fondo la luz de nuestra habitación aparecía encendida.
    
    Mis pasos me llevaban a ella aunque me resistía, en el fondo me daba un miedo atroz el dolor, y era dolor lo que se aventuraba tras aquella puerta, si al menos no hubiera llegado a ver ropa de ella pero es que su pijama estaba en el suelo. ¡Por favor, que no esté ella, que le haya dejado la casa a alguna amiga y que todo sea un mal sueño…! Así rezaba mi alma, a veces las plegarias son escuchadas.
    
    Un sudor frío comenzó a atenazar mi cuerpo, una fuerte opresión ...
    ... empujaba mi sien con la maldita intención de juntarse una contra la otra, temí que pudiera llegar a estallar mi cabeza. Mis ojos se veían incapaces de permitir que los párpados cerraran esa mezquina imagen cual telón del fin de una mala obra de teatro. Lo que se vivía en aquella habitación era difícil de describir si, además, una de las protagonistas es tu mujer, si hubieran sido todos extraños sería la mejor de las películas eróticas pero que fuera tu mujer una de las protagonistas y por ende tú el cornudo, maldita la gracia que tenía. Una terrible sensación de vómito estuvo a punto de dar al traste con mi secreta presencia, con mi anonimato para una escena a la que no había sido invitado.
    
    Comencé a sentir un profundo mareo, mis piernas apenas si eran capaces de mantener mi cuerpo erguido, poco a poco fui cayendo hasta ponerme de rodillas sin que mis ojos fueran capaces de abandonar la imagen que recogían. Una cortina formada por mis lágrimas era lo único que me hacía abandonar esa realidad. Y ahora, ¿qué? Había tres opciones: seguir mirando, entrar y al menos estropearles el polvo o huir de allí.
    
    Cuando recuperé la cordura perdida, esa sensatez de la que siempre había hecho gala, me negué en rotundo a seguir mirando, me asqueaba ella y me repugnaba a mí mismo por no haber sido capaz de verlo, de saber qué estaba ocurriendo, lo que ocurría. Entrar y liarme a puñetazos sólo hubiera acrecentado mi humillación pues lo más seguro es que aquel hombre que era muchísimo más fornido ...
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