1. Beatriz y Carlos, casualidades.


    Fecha: 28/01/2022, Categorías: Anal Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... corta, ninguna llamada, ningún wasa. Bueno, miento, Sara me había escrito infinidad de veces; en condiciones normales debería de estar trabajando pero me negaba a salir a la calle, y la tristeza seguía en aumento.
    
    Sería mediodía cuando se presentó Sara en la casa, ni le abrí ni respondí a los wasas ni a las llamadas. Alberto fue más sutil y consiguió arrancarme un “Carlos me ha dejado”. A partir de ahí fueron innumerables las llamadas, wasas… recibidos de ellos, a ninguno más contesté, deseaba estar sola dentro de mi soledad, en ese pozo de la conciencia, de la tristeza, del dolor…, angustiada por el presente y por el futuro.
    
    Conforme iban pasando las horas, los días mi desesperación se acrecentaba, demacrada en exceso por la ausencia de descanso y de comida, recibí una nueva visita, era Jesús que venía acompañado por una mujer, cuando les abrí y les franqueé la entrada me sorprendí al ver que me entregaban los papeles del divorcio. Lloré, ni los quise leer, los firmé y permití que Jesús llenara las maletas y algunas cajas con las cosas de Carlos. Cuando abandonaron mi casa, cuando cerré la puerta, fui consciente por primera vez que estaba sola y que debería de enfrentarme a la realidad o dejarme morir. En pocas horas tomé la decisión.
    
    XI.- Él- descreído.
    
    ¿Volveré a creer alguna vez en el amor? ¿Qué necesidad tenía de hacerme eso? ¿Qué pretendía conseguir? ¿Alguna vez me quiso? ¿Era consciente de lo que estaba haciendo y del daño que me ha ...
    ... provocado?................. Infinidad de preguntas que no abandonaban mi cabeza, mi torturada, angustiada y maltrecha cabeza.
    
    Cuando aquella noche entré en mi casa lo hice con la mayor de las satisfacciones, cuando la abandoné era la persona más desgraciada del mundo y así anduve vagando por la ciudad como sonámbulo, hasta que el agotamiento me pudo. Aquel banco de un parque al que nunca había ido fue testigo de mi dolor y de mi amargura. Estaba cansado, a veces me daba igual todo, otras la ira me dominaba, las más no era capaz de reaccionar a nada, ni tan siquiera al frío de la madrugada.
    
    Cuando fui capaz de hacerlo, la bloqueé en el móvil y pedí a un desconcertado Jesús que fuera a por mi ropa, a por mis escasas pertenencias, como el poeta, quería irme ligero de equipaje aun siendo consciente de que ella se resistiría, pero necesitaba lo mío y más cuando me propuse no volver a pisar nunca más aquella casa.
    
    Me instalé en casa de mi amigo del alma, Jesús, quien no hizo pregunta alguna; dejó que el espacio y el silencio me inundaran, sabía que en ese momento necesitaba sentir en plenitud mi dolor y mi sufrimiento para renacer con fuerza cuando despertara de mi letargo. Me quedé sólo a la espera de mis cosas, mientras, hablé con mi empresa alegando la verdad, fueron humanos, entendieron mi pesar y al fin me concedieron el traslado casi a la velocidad del vértigo, y cuando pude volví a la ciudad donde ahora me encontraba, necesitaba alejarme de ella, no podía respirar el aire que la envolvía, ...
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