Si te daba mis pechos, tendría que darte hasta el culo
Fecha: 01/04/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Tonyzena67, Fuente: CuentoRelatos
La primera mujer casada con la que me involucré cuando todavía era un chaval, era una chica de Honduras que se llama Juliet. Era mi vecina en la casa de atrás y la conocí pues venía dándole mantenimiento a las piscinas de algunos vecinos. John, quien era el dueño de la casa, era un viejo que por esa época rondaba los sesenta años y de repente se casó con una chica muy hermosa de Honduras que según mi recuerdo le calculaba unos 30 años lo máximo. Fue desde entonces que la casa de John tomó más vida, pues siempre había sido silenciosa y además de su nueva esposa, llegó la hermana mayor y un hermano menor, quien era el esposo de Juliet. Siempre seguí dándole mantenimiento a las piscinas y es como de vez en cuando me cruzaba palabras con estas nuevas personas.
John tenía una pequeña casa de huéspedes al lado de atrás a solo un par de metros de la pared de solo metro y medio que dividía las dos casas. No había una vista total, pues además de la pared, había algunos arbustos y cipreses que nos daban más privacidad a ambas propiedades y, es en esa casa de huéspedes era donde vivía Juliet con su marido y una pequeña niña de unos cinco años.
Nos tomó cierto tiempo tener algo de confianza, pero con los meses Juliet se me fue acercando a pedirme pequeños favores. Quizá por esa época tendría unos 23 a 25 años… nunca le pregunté la edad, yo unos 18 años. De las tres nuevas mujeres que vivían en esa casa, sentía que era la mujer de John quien más me coqueteaba y se me ...
... insinuaba y verdaderamente era una delicia verlas en sus bikinis cuando estaban en la piscina. Inclusive la hermana mayor, a quien le calculaba unos 35 años, tenía una figura muy sensual, aunque no tanto me gustaba su rostro. Su nombre era María y terminó conviviendo con uno de mis primos quien le engendró un hijo.
Juliet, en contraste con sus cuñadas, era de tez morena clara, cabello espeso negro y ondulado. Bonito rostro alargado, con un cuerpo esbelto de bustos de tamaño moderado, pero con un trasero de ensueño. Era bastante alta, quizá llegaba al metro setenta y cinco y tenía unas piernas alargadas y bien torneadas… era una delicia verla en bikini. Me gustaba su sonrisa y la manera que me hablaba con ese acento bien centroamericano del que no se desprendía.
Como ella no tenía un vehículo y no sé si sabía conducir, en cierta ocasión me pidió de favor que la llevara a comprar algunas cosas y en unas de esas platicas escuché por primera vez la excusa más usada que regularmente las mujeres, como también los hombres damos para abrir la puerta a la infidelidad: ¡Es que ya no me presta atención! O… ¡Ya casi no tenemos sexo! – No recuerdo cual expresión usó, pero algo así dijo y que hasta tiempo después entendía sus verdaderas intenciones y que en ese momento a un joven de mi edad y sin esas experiencias pues pasa totalmente desapercibidas. Tuvieron que pasar varias pláticas y un coqueteo con insinuaciones más obvias para mí, para que un día me atreviera a dar ese paso, pues ...