1. Tormenta de verano


    Fecha: 08/04/2022, Categorías: Voyerismo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... Sara se sonrojo al principio sin saber si debería enfadarse o sentirse alabada, pero para sorpresa de ella misma, comenzó a experimentar un puntito de excitación que la empujaba a juguetear con el inocente crió que tenía delante. Fingiendo ingenuidad, Sara le dio la espalda al muchacho y se agachó con las piernas rectas, consciente de que su corto vestido no podría amparar del todo su desnudez, y agarró una botella de vino blanco. Al darse la vuelta se encontró al mozo con la boca abierta y los ojos como platos. Entonces Sara, con un dedo jugueteando con su pelo, haciendo un ovillo, y con la botella colocada entre sus pechos, pregunto al chico:
    
    -¿Y este blanco? ¿Es bueno para una noche loca para dos? - El chico, evidentemente sonrojado, apenas pudo asentir con la cabeza mientras miraba a los pechos de Sara cuando de golpe se le cayó una de las botella de vino que aguantaba con una de sus temblorosas manos. La botella estalló en mil pedazos salpicando levemente a Sara el vestido con vino tinto.
    
    Sara soltó una carcajada despreocupándose de las pequeñas marcas de vino en su vestido blanco mientras el mozo, rojo como un tomate, trataba de disculparse y se agachaba con dificultad ,debido a una más que evidente erección, a recoger los pocos pedazos grandes de la botella de vino que había en el suelo. La voz de la cajera se escuchaba de fondo llamando la atención al muchacho con un sonoro “¡Qué diablos te pasa niño!” cuando de golpe, un rayo compitió durante un instante ...
    ... con la iluminación de supermercado y, tras un pequeño instante, un gran trueno invadió hasta el último rincón del supermercado e hizo olvidar por un momento lo sucedido a los protagonistas. Sara, conservando la sonrisa de victoria en los labios, se dirigió hacia el mostrador donde la cajera mostraba en su cara una más que evidente muestra de enfado ante el juego de la chica con el joven.
    
    Tras pagar y recoger la compra, Sara salió del supermercado sintiendo la hostilidad de la cajera y mirando al cielo. Las nubes grises de tormenta se iluminaban al azar con cada rayo y las primeras gotas de agua comenzaban a oscurecer el suelo. Pese a todo seguía haciendo mucha calor y Sara ya no se preocupaba tanto por los planes de aquella noche como el hecho de llegar a casa calada hasta los huesos. Con prisa, Sara se dirigió tan rápidamente como le permitían las pesadas bolsas de compra que llevaba en cada brazo y sus sandalias dirección a la óptica donde tenía reservadas sus lentillas. Las gotitas dejaron paso a una cortina de agua justo cuando el semáforo del eterno rojo volvía a autorizar el paso a Sara para cruzar la calle.
    
    Las primeras gotas de agua que mojaban los azulejos de la óptica procedían del vestido blanco mancado de vino y de la melena empapada de Sarita justo cuando, tras ella, la puerta golpeaba una pequeña campanita que anunciaba al optometrista su nueva cliente. El aire acondicionado volvió a endurecer los pezones de la chica y le puso la piel de gallina. Sara se ...
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