Espectacular encuentro
Fecha: 05/05/2022,
Categorías:
Hetero
Autor: Pedro_al, Fuente: CuentoRelatos
... podamos reencontrarnos si no es así, tal vez una vez al año podríamos volver a tomar un café juntos.
María se acercó y me besó en la mejilla, no fueron dos besos sino uno, largo y sentido que ya marcaba la despedida. Aquel beso reflejaba que esto quedaba inacabado y muy a nuestro pesar debíamos dejarlo así hasta nueva ocasión. Cuando separó sus labios de mi piel, la tome de una mano y acercando esta a mis labios la besé como quien besa a una reina, aunque lo parezca, no fue una cursilada sino la forma que más podía reflejar la fascinación y respeto hacia esa mujer. No hice reverencia, no era necesario pero de buen grado la hubiese hecho pues tanto la dama como la ocasión así lo merecieron.
Ya no dijimos nada más, lentamente su mano se separó de la mía y una mirada penetrante y triste nos despidió sin palabras, ella tomó rumbo a la parada de taxis. Yo me quedé unos segundo más admirando la extraordinaria elegancia de María, su paso señorial, firme y seguro. Aprecié entonces que llevaba unos zapatos negros de tacón, la parte de sus piernas que el abrigo dejaba ver eran delgadas y oscurecidas por las medias que portaba… una sonrisa se reflejó instintivamente en mi rostro cuando ella llegó al cruce y se volvió hacia mi. Levantó su mano en señal de despedida y desapareció entre la gente. Me di media vuelta y me dispuse a buscar mi auto que estaba en una callecita cercana, apenas a 50 metros a la vuelta de la esquina de la cafetería a cuyas puertas me encontraba. Con paso ...
... lento traté de ordenar mi mente.
Al torcer la esquina, amparado en la tenue luz que apenas alumbraba la calle encontré mi coche tal como lo había dejado y me encaminé a él, recordé los momentos intensos, intensísimos que acababa de vivir y no daba crédito a mi suerte por haber conocido a esta extraordinaria mujer.
El aroma de ella había quedado impregnado en mis dedos, al sacar un cigarrillo y llevármelo a los labios pude percibir de nuevo la intensidad de aquella hembra en mis propios dedos. Me sentía afortunado.
Encendí aquel cigarro y como el deportista que hace ejercicios de calentamiento, me dispuse a entrar en mi auto sabiendo que me quedaban horas de conducción. Respiré aquel aire de la ciudad en la que vivía aquella mujer que, Dios sabe cuándo volvería a ver. Quería llevarme conmigo cuanto mayor número de recuerdos mejor.
Escuché pasos tras de mi, unos pasos firmes que anunciaban que se acercaba alguien apresuradamente, por instinto miré hacia atrás y vi la silueta de María que avanzaba hacia mi iluminada apenas por la luz de la plaza donde la había dejado hace un minuto. Al reconocerla caminé hacia ella y ella aceleró el paso de forma que ya corría en mi busca, llevaba el abrigo abierto y unas lágrimas le corrían mejillas abajo.
No dijo nada, no dijimos nada. De un salto se abalanzó sobre mi y la tomé en mi brazos, no pude articular palabra, de un empujón me apretó contra la pared y nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo bestial, sus labios buscaron ...