1. Confesión real de un profesor - sexo entre profe de 36 y chica de noveno


    Fecha: 06/06/2018, Categorías: Hetero Autor: Stregoika, Fuente: SexoSinTabues

    ... haberme sentido tan asfixiado por los muros y las rejas del colegio que salí huyendo para siempre, a correr libre por las calles. Entonces, si el universo se tomaba tantas molestias para hacerme un regalo ¿cómo iba a ser tan idiota de rechazarlo? ¿iba a preferir apegarme a las convenciones chiquitas de la gente chiquita, o me regocijaría en la grandeza? “si no es ahora, no será nunca” me dije. Estaba muy seguro de hacerlo, como cuando eres capaz de predecir por intuición que algo que nunca ocurre, eventualmente está por suceder. Pero no volverá a ocurrir en siglos. Podía presentir que no había nada en este mundo que pudiera impedirlo. Era nuestro momento, nuestro regalo, nuestro tiempo. Si el mismo cosmos estaba conspirando, ¿qué podría pasar en su contra? ¿Que subiera el puto rector o la tonta coordinadora y nos sorprendiera? ¿Que Natalia se arrepintiera al último segundo y saliera gritando y yo terminara en la cárcel? ¿Qué justo en el último momento antes del coito empezara un sismo de 9 grados en la escala de momento de magnitud? ¡Nada! Cualquiera de esas tonterías sería probable en otro momento, en otro lugar, con otra chica, pero no ahí, en ese entonces, ni con Natalia, pero esa aula de clase vacía no hacía parte del méndigo mundo. Así que, me dejé llevar. Con seguridad y calma. Confianza, casi chabacanería. El cuerpo y la mente se transforman. Nada se siente igual. La química de la vida entra en un hiperactivo éxtasis y resulta tan delicioso que, uno se reconcilia con ...
    ... su parte animal y la deja fluir. Y valga decir que el sexo prohibido proporciona dicho placer, pero multiplicado por 10. Tanta es la sensación de euforia que uno entiende a las personas que se vuelven adictas al sexo. Vivir sin conocer dicha sensación, no vale la pena. De igual modo, se admira y hace reverencia a quienes, en efecto, son capaces de vivir sin ello. Mis manos pasaron de apretar gentilmente el tórax de Natalia, con un sentido protector; a masajear su vientre, subiendo lentamente hacia sus senos. No parábamos de besarnos. Parecíamos disfrutar mucho el sabor de los labios del otro, y explorábamos recíprocamente nuestros dientes, lengua y la comisura de la boca. El sonido de los besos entraba por mis oídos como una descarga de alta tensión que se procesaba en microsegundos e iba a parar a mi falo, que ya estaba indolentemente tirando los pantalones hacia afuera. Natalia pasaba sus dedos sobre el bulto, y de repente se concentró en la punta. Me daba apretoncitos en el glande con una pinza que formaba con sus dedos. ¿Habría estado queriendo hacer eso desde aquel día de su rutina de gimnasia? ¿Habría tenido fantasías y una que otra masturbación, igual que yo, en la semana de vacaciones? Los pensamientos solo me ponían más caliente. Ya estaba mojando más que cualquier vez pudiera recordar. Mi mano derecha seguía caballerosamente puesta en su cintura, apretándola contra mí, como si estuviera follando con sus dedos. Su diminuto masaje era tan rico que yo tenía ganas de ...
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