Confesión real de un profesor - sexo entre profe de 36 y chica de noveno
Fecha: 06/06/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Stregoika, Fuente: SexoSinTabues
... venirme. Mi mano izquierda, estaba en la gloria de su teta derecha. Se la masajeaba con pasión. En ese instante se le salió el primer gemido que recuerdo de ella, directo desde su vientre, y arrojó dentro de mi boca su hálito divino de niña que está por cumplir los 15. Separé un poco más mis piernas, pues necesitaba espacio. Quería agarrarle el culo, y le hice espacio a mi mano para tal propósito. Tan pronto mi palma derecha tuvo esa gloria, se encendió en mi mente cual pantalla de cine, la imagen de Natalia poniéndose de pie para correr de vuelta a su partido de baloncesto. Ese culo perfecto, provocativo y redondo, estaba ahí en mi mano morbosa. Yo también hice una pinza con el pulgar y los demás dedos para darle pellizcos. Natalia empezó a respirar más y más fuerte, y me desabrochó el pantalón. Me encantaba poder al fin masajear esa cola como tantas veces lo había hecho en sueños. Manosearle el culito a una colegiala, así, sin más, por encima de la falda y todo, es una acción sublime y que lo sube a uno al cielo como si salieran alas. La tela de la falda tiene una textura ligeramente áspera, lo suficiente para que mi palma se cargara de electricidad. Mi mano, su falda y su bella cola se movían restregándose lo uno sobre lo otro. Sus nalgas eran firmes, muy firmes. No por nada, ya que la chica hacía deporte desde los 7 años. Mientras Natalia continuaba su masaje sobre mi glande a través del bóxer, seguíamos dándonos besos sonoros y acalorados, y yo le manoseaba las tetas y ...
... el culo. En un punto no lo resistí y abrí bien mi mano para agarrarle la nalga lo más que pudiera. Se la apreté bien. Pero no fue suficiente. Con mi dedo índice y los demás apoyándolo, metí fuertemente su falda entre su culo. Querría agarrarla toda, tocarle todo, chuparla, cogerla… Hasta que, al fin, su falda empezó a hacerme estorbo y se la subí. Natalia parecía avanzar a la par conmigo. Cada paso que yo daba servía como una especie de aprobación para que ella diera el suyo. Me sacó la verga. Haló el bóxer y yo le ayudé un poco. No me había dado cuenta de la portentosa erección que tenía. Para que no crean ustedes que alardeo, les confesaré también que nunca he vuelto tener una erección así. Supongo que solo una adolescente es capaz de provocármela. Sentía el endurecimiento desde el perineo, incluso de más atrás. Ahora que lo pienso, debe tener relación con la tendencia de las amantes más sapientes, de hacer anilingüis a su hombre. No es que a ellas les guste, sino que les conviene, porque estimulan erecciones monumentales. Natalia me masajeaba la verga y dejó de besarme para mirar. Yo, no estaba circuncidado, pero aun así el cabezón estaba de fuera. Natalia me lo tocaba con la punta de los dedos y me descargaba corrientazos que me enchinaban la piel. En cuanto a mi mano derecha, bajo su falda… ayúdame dios. He escrito varios cuentos de los que me enorgullezco, pero rememorar algo real es un calibre nuevo para mí. Tal vez tenga que parar de escribir para hacerme una paja. ...