1. Tren de medianoche


    Fecha: 23/05/2022, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... puerta—. Deja que te ayude a arreglar la chaqueta.
    
    —¿Qué chaqueta?
    
    —La que se averió el cierre, tonto. ¡Ay, qué vas a hacer sin mí!
    
    Abrí la puerta y rauda entró ella. Sonriéndome, pegándose a mí pues el baño era pequeño.
    
    —¿Por qué te has escapado, padre?
    
    —No me escapé, solo vine para mojarme el rostro.
    
    —Pues no lo tienes mojado…
    
    —Deberías volver a tu asiento, no te preocupes que volveré. Solo dame tiempo.
    
    —No. No te daré nada. Me has dejado hirviendo allá atrás. ¿Quieres dejarme a medias? Pues bien, cuando vuelvas al asiento no te dejaré en paz, pero dudo que sin privacidad me dejen hacer lo que quiero hacer. O puedes ser un hombre y calmarme, que es lo mínimo exigible tras tu tremenda actuación.
    
    —Rosa, ¡contrólate!
    
    —¡Pues contrólame tú! Tómame padre, hazme tuya aquí. Esta medianoche es única, cuando bajemos nunca más volveremos a vernos, déjame agradecer tu valentía, y por favor déjame aliviar este fuego que has encendido.
    
    Puso el seguro de la puerta mientras se desabotonaba la blusa. Me empujó contra el inodoro para que me sentara, pero me negué a hacerlo. Empujó más fuerte y cedí, un poco por su agresividad, un poco por el tembleque del tren y otro poco porque mi cuerpo me lo demandaba. Con una sonrisa de diablesa, se bajó la falda y posteriormente su braguita para mostrarme su preciosa desnudez: senos sugerentes, pezones pequeños y rosados que me apuntaban amenazantes, un lunarcito destacando en la cadera y esa tentadora mata de vello ...
    ... púbico.
    
    —¿Y esa cara, padre? Mira, los dos guardias me han visto entrar, uno de ellos sonreía como idiota y el otro tenía cara de perro. ¿Te puede la conciencia? Piensa que lo haces para despejar cualquier duda que tengan esos dos hombres acerca de nosotros.
    
    Sus ojos antes miedosos se habían transformado en algo similar a los de una tigresa, se sentó a horcajadas, restregando sus pechos para mi boca que no era mía, que no respondía a mi cabeza mas sí a mi deseo. Con la sensación de vértigo, me acerqué peligrosamente contra un seno. Ella, apurada, empujó su cuerpo para que su areola chocara contra mis labios.
    
    Fuego, había fuego en el cuerpo. Escondido dentro de mí en todos estos años. Espiándome irritante y rencoroso para salir con todo en el momento adecuado.
    
    Tras sentir el pezón duro queriéndose colar entre mis labios, cerré los ojos y pedí perdón por estar cediendo a los deseos de la carne. Demasiado decepcionado con Cristo y conmigo, demasiado adolorido por la realidad, demasiado caliente por ella.
    
    Y mordí, viéndola apretarse los labios para no gemir fuerte y sosteniéndose a duras penas de mis hombros. Me sentí como probablemente el bueno de Adán se habrá sentido al comer la manzana prohibida. Delicioso, peligroso; el mundo sacudiéndose a mi alrededor.
    
    Se repuso ella tras la sorpresiva chupada, abrió mi bragueta y, tras sortear la ropa interior, sacó mi sexo ya enhiesto y palpitante. Con su boquita abierta y jadeante, con sus ojos vidriosos y con la piel ...
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