Tres relatos feministas
Fecha: 23/05/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... la cama, y sin poder evitarlo se largó a llorar.
No era por lo de su hijo. O mejor dicho, eso sólo fue la gota que rebalsó el vaso. Vanesa se había separado hacía seis meses. Estaba harta de los maltratos psicológicos de Esteban. Desde hacía un par de años que había surgido un cambio profundo en el país, y en el mundo. Ella lo veía todo en su televisor. Las mujeres ya no toleraban los maltratos de los hombres. Ya no temían denunciar violaciones, ni cualquier otro tipo de abusos y maltratos. Los hombres estaban en la mira, y muchos de ellos ya comenzaban a cambiar, o por lo menos a fingir que cambiaban. La propia Vanesa notaba que ya no la acosaban tanto como antes por la calle. Y para una chica de veintidós años, con rostro bonito, piernas largas, y culo parado, era imposible no notar ese cambio.
Pero Esteban no cambiaba. De hecho, todo lo referente al feminismo lo ponía de mal humor, y cuando notaba un atisbo de rebeldía por parte de Vanesa, la humillaba con palabras venenosas.
Pero Vanesa lo abandonó. Había cosas que ya pertenecían al siglo pasado, y no había que permitir que sigan sucediendo en pleno dos mil diecinueve. Así que agarró todas sus cosas, y a Lucas, y se fue a lo de sus padres.
Pero la verdad era que, en el fondo, esperaba que Esteban le suplique que regrese, y le prometa que iba a cambiar. Sin embargo, él aceptó la separación con sorpresiva apatía. Vanesa comprendió todo unas semanas después, cuando una ex vecina le dijo que Esteban había ...
... metido a su casa a la peluquera del barrio.
Y por eso Vanesa lloraba amargada. Porque le salía todo mal. Su pareja la maltrataba, y la cambió por otra, que ni siquiera estaba más buena que ella, pero seguro era más puta. Y Lucas se había vuelto imposible desde la separación. No le hacía caso, y hacía berrinches por todo, y ahora resulta que golpeaba a sus compañeritos. Y como frutilla de torta, debía tres meses de alquiler. No soportaba tantos fracasos.
Sus padres sólo la albergaron unas semanas, y no los culpaba, apenas tenían espacio para ellos mismos. Vanesa, todavía confiada, gracias a su emergente empoderamiento, había usado sus ahorros para pagar los primeros meses de alquiler, convencida de que pronto encontraría trabajo. Grave error. Enseguida se dio cuenta de que la voluntad no bastaba para alcanzar los objetivos.
Sonó el teléfono, y Vanesa vio que se trataba del dueño del dúplex. Se limpió las lágrimas y se sonó la nariz. ¿Qué iba a decirle? Ni siquiera tenía programada una entrevista laboral. No iba a conseguir empleo pronto, y además, la situación económica del país estaba cada vez peor. Tampoco había posibilidades de volver con Esteban. Él ya convivía con la puta de la peluquera. Vanesa pensó que si fuese igual de puta, seguramente le iría mejor en la vida. Y mientras esa idea perniciosa envenenaba su mente, también pensaba que todo lo que creyó durante los últimos tiempos era una mentira. ¿Dónde estaba la solidaridad de las mujeres cuando realmente se las ...